En un gesto impropio y de poco tacto diplomático, el Papa de Roma culpa a los “ladridos de la OTAN” de haber precipitado la agresión, invasión y guerra de Rusia contra Ucrania.
Bombardeo ruso a Mariúpol – Foto: Wikipedia – CC BY 4.0 – En la parte superior izquierda Papa Francisco en foto tomada en 2021 – Foto Wikipedia
Eso es todo lo que tiene que decir el Papa de Roma y punto. Sin negarse a condenar aunque sea levemente al sátrapa ruso Vladimir Putin, el Papa también se niega a visitar Kiev y solidarizarse con los ucranios, mientras que anuncia que irá a Moscú a visitar a su amado Putin.
El Papa más controvertido (y bocazas) de la historia de la humanidad, sin lugar a dudas, podría haberse callado ante la crisis de Ucrania, como ha hecho tantas veces en las que se ha negado a condenar la brutalidad de los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba, y haber dejado las cosas tal como estaban, pero no fue así y tuvo que opinar de la forma más inoportuna. Culpar a la OTAN de la tragedia que está aconteciendo en Ucrania, como ha hecho el Papa, es una irresponsabilidad y, de cierta forma, es compartir los argumentos del Kremlin que justifican esta guerra injustificable.
El Papa ha callado durante toda esta guerra, negándose a condenar los ataques indiscriminados contra objetivos civiles, que incluyen escuelas, hospitales, viviendas, comercios, fábricas e infraestructuras, y tampoco se ha dignado a visitar aunque sea solo uno de las decenas de campos de refugiados abiertos en todos los países vecinos de Ucrania. Ya han abandonado el país unos seis millones de ucranios y la ACNUR calcula que unos doce millones más tratan de salir del país y están atrapados a la espera de poder salir de esta abatida nación, es decir, que Europa podría tener que hacer frente a unos 18 millones de refugiados, la mayor crisis humanitaria desde el final de la Segunda Guerra Mundial. De todas estas cosas, junto con la muerte de miles de niños asesinados por las bombas rusas, el Papa no habla, el dolor humano para él no existe, solamente los “ladridos” de la Alianza Atlántica.
El Vaticano conoce lo que está pasando, está perfectamente informado y al tanto de la tragedia ucrania en toda su dimensión. El Papa es el Jefe de Estado del país más informado del mundo, ya que tiene al menos uno de sus agentes en todas las más recónditas aldeas y ciudades del planeta escondidos bajo las sotanas de miles de sus fieles sacerdotes y jerarcas eclesiásticos. El Vaticano, al igual que lo que está ocurriendo con Ucrania, conocía a la perfección que los nazis, junto con sus verdugos voluntarios, estaban perpetrando la mayor matanza de la historia: el Holocausto.
El controvertido Papa de entonces, Pío XII, conocía de primera mano, por boca de los obispos de las zonas ocupadas, lo que estaba pasando pero no hizo nada de nada para evitarlo, ni siquiera alzar la voz para condenar al régimen nazi y a su máximo líder, Adolf Hitler. Mas bien lo contrario: la Iglesia católica, para conservar sus pertenencias en todo el mundo, pero especialmente en las zonas ocupadas por los alemanes, mantuvo su consabida neutralidad, que no era más que maquillar los brutales crímenes perpetrados, y la condena a la Shoá apenas llegó años después. Qué cinismo. El Papa actual, igual que entonces, practica la misma política frente a la Rusia de Putin.
LA HISTORIA SE REPITE
Ahora, como durante el Holocausto, la historia se repite. Resulta sorprendente que el Vaticano tenga, ante esta invasión desproporcionada en sus medios militares, salvaje en sus ataques a objetivos civiles y manipuladora en su supuesta justificación “histórica”, el mismo discurso que la izquierda e invoque el “no a la guerra”, un eufemismo para esconder el comienzo de otro genocidio como estamos contemplando con todo lujo de detalles en todos los medios y canales de información internacional. Los civiles son los objetivos de la guerra y no víctimas de los supuestos “daños colaterales”. Y el Papa calla ante estos hechos y se niega a solidarizarse con las víctimas, mientras ya ha anunciado que irá a visitar pronto a su amado Putin.
En estos momentos, al igual que en 1939, cuando Hitler atacó a Polonia, tenemos que tener claro quién es el enemigo y quién es el agredido, quién es el pérfido asesino y quién la víctima. No nos equivoquemos de bando. Mientras tanto, el Santo Padre, oráculo y embajador de todo tipo de tiranías y dictadorzuelos, sigue sin condenar al sátrapa asesino, mientras las bombardeos resuenan en las ciudades de Ucrania y en nuestras conciencias.
Culpar a la OTAN de esta guerra, que lo único ha hecho es sortear las provocaciones rusas para evitar una tercera guerra mundial, es una absoluto despropósito. Coincide en esta acusación, por cierto, con la de la extrema izquierda más radical de todo el planeta, quien sigue empeñada en dejar desarmados a los ucranios frente a los rusos y en no enviarles armas. Escondida bajo el cínico discurso pacifista y anti OTAN, la extrema izquierda de todo el planeta, junto con una buena parte de cierta extrema derecha, sigue, como el Papa, empeñada en creer y repetir las burdas patrañas de Putin para justificar esta brutal guerra. Este Papa, desde luego, no tiene piedad y adolece de un mínimo sentimiento humanitario hacia los ucranios. ¡Que tristeza!
Ricardo Angoso
15/05/2022 en AURORA
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