sábado, 30 de septiembre de 2023

#23. HISTORIA DE ISRAEL Y JUDA A TRAVES DE LOS PROFETAS: 1ª Reyes 18. Elías y Abdías. Elías en el Monte Carmelo.

El pasado domingo pudimos ver por primera vez a Elías. El era Gallad (de la tribu de Manasés al otro lado del Jordán) y Dios le dijo que hablara con el rey Acab (del reino del norte), para anunciarle que no habría más lluvia, ni siquiera rocío a lo largo de los siguientes años.


Esto era como consecuencia de haberse apartado de Dios y entregarse al paganismo. Los sucesivos reyes desde Salomón en adelante (sobre todo los del reino del norte), se entregaron a los otros dioses, pecando y haciendo pecar a todo el pueblo. Y en medio de todo ello, tenemos al profeta Elías.

Después de hablar con el rey Acab, Dios le mandó que volviera al oriente junto al río Jordán porque Él cuidaría de Elías, proveyéndole de comida y agua, pero a los pocos días el arroyo se le secó y lo mandó al oeste pero muy al norte, más allá del Monte Carmelo, para que una viuda muy pobre lo alimentara en estos tiempos de extrema sequía.

Pudimos ver como esta pobre viuda fue fiel y compartió lo poco que tenía para ella y su hijo. Probablemente sólo le quedaba la comida para una sólo cena y como consecuencia de su obediencia a Elías, el aceite y la harina se extendió para que los tres comieran durante todo el tiempo que estuvo allí Elías con ellos.

Durante todo este proceso, quizás Dios lo estaría preparando e igualmente a la viuda y su hijo a confiar en Dios, como pudimos ver en todo el capítulo 17.




1ª Reyes 18:1-15.     Elías y Abdías.

1 Después de un largo tiempo, en el tercer año, la palabra del Señor vino a Elías y le dio este mensaje: «Ve y preséntate ante Acab, que voy a enviar lluvia sobre la tierra». 2 Así que Elías se puso en camino para presentarse ante Acab. En Samaria había mucha hambre.

Pasado algunos años Dios vuelve a hablar con Elías, para decirle que vuelva a ver a Acab, para anunciarle que nuevamente enviará lluvia sobre la tierra. Y salió al encuentro de Acab.

Por aquel tiempo ser profeta de Dios te podría llevar a la muerte, por eso Abdías (que era administrador del palacio del rey Acab) escondió a 100 profetas en cuevas, para preservar sus vidas. Más que Acab, su esposa Jezabel era la peligrosa, porque era quien estaba al frente de esa “inquisición”.

Este Abdías no es el profeta Abdías que veremos mucho más adelante.

5 Acab instruyó a Abdías: «Recorre todo el país en busca de fuentes y ríos. Tal vez encontremos pasto para mantener vivos los caballos y las mulas, y no perdamos nuestras bestias». 6 Así que se dividieron la tierra que iban a recorrer: Acab se fue en una dirección y Abdías en la otra.

Era mucha la necesidad de agua y la buscaban por todas partes. Aún así, no la encontraron. Dios tenía una gran lección por enseñarles a Acab, Jezabel y a toda Israel.

Y para facilitar el encuentro de Elías con Acab, Dios provoco el encuentro con Abdías.

7 Abdías iba por su camino cuando Elías le salió al encuentro. Al reconocerlo, Abdías se postró rostro en tierra y le preguntó: Mi señor Elías, ¿de veras es usted? 8 Sí, soy yo —respondió—. Ve a decirle a tu amo que aquí estoy. 9 ¿Qué mal ha hecho este servidor suyo —preguntó Abdías—, para que me entregue a Acab y él me mate?

Realmente Elías puso en un serio aprieto a Abdías, porque su propia vida estaba en juego. Elías, como cualquier otro profeta de Dios debía morir y Elías le mandaba a Abdías que buscara a Acab, en lugar de matarlo. ¿Cómo podría reaccionar Acab? Pues podría matarlo.

10 Tan cierto como que el Señor su Dios vive, no hay nación ni reino adonde mi amo no haya mandado a buscarlo. Y a quienes afirmaban que usted no estaba allí, él los hacía jurar que no lo habían encontrado. 11 ¿Y ahora usted me ordena que vaya a mi amo y le diga que usted está aquí? 12 ¡Qué sé yo a dónde lo va a llevar el Espíritu del Señor cuando nos separemos! Si voy y le digo a Acab que usted está aquí, y luego él no lo encuentra, ¡me matará! Tenga usted en cuenta que yo, su servidor, he sido temeroso del Señor desde mi juventud.

Le pide clemencia y le explica lo mucho que ya hizo por los 100 profetas que escondió en las 2 cuevas.

14 ¡Y ahora usted me ordena que vaya a mi amo y le diga que usted está aquí! ¡De seguro me matará! 15 Elías respondió: Tan cierto como que vive el Señor de los Ejércitos, a quien sirvo, te aseguro que hoy me presentaré ante Acab.

Abdías recibe la promesa de que no le matará y que ese mismo día estaría Elías ante el rey Acab.




1ª Reyes 18:16-46.     Elías en el Monte Carmelo.

16 Abdías fue a buscar a Acab y le informó de lo sucedido, así que este fue al encuentro de Elías 17 y cuando lo vio, le preguntó: ¿Eres tú el que le está creando problemas a Israel? 18 No soy yo quien le está creando problemas a Israel —respondió Elías—. Quienes se los crean son tú y tu familia, porque han abandonado los mandamientos del Señor y se han ido tras los baales.

Elías fue un profeta con autoridad. El tuvo toda la autoridad necesaria como para retar en nombre de Dios, al rey Acab, a Jezabel, los falsos profetas de Baal y Asera, así como al propio pueblo de Israel (el reino del norte). La autoridad no se exige; se tiene o no se tiene y Elías la tenía sin duda.

Y le dice a Acab:

19 Ahora convoca de todas partes al pueblo de Israel, para que se reúna conmigo en el monte Carmelo con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Aserá que se sientan a la mesa de Jezabel.

Acab los convocó tal y como Elías pidió.

21 Elías se presentó ante el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él. El pueblo no dijo una sola palabra.

22 Entonces Elías añadió: Yo soy el único que ha quedado de los profetas del Señor; en cambio, Baal cuenta con cuatrocientos cincuenta profetas.

23 Tráigannos dos novillos. Que escojan ellos uno, lo descuarticen y pongan los pedazos sobre la leña, pero sin prenderle fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego.

24 Entonces invocarán ellos el nombre de su dios y yo invocaré el nombre del Señor. El que responda con fuego, ese es el Dios verdadero. Y todo el pueblo estuvo de acuerdo.

Bien nos encontramos ante un reto en toda regla. Uno contra ochocientos cincuenta y ante el mismo reto: traer de una vez la lluvia, para terminar la sequía.

Para los profetas paganos era una gran oportunidad más para humillar a Dios; al verdadero Dios, pero no contaron con la autoridad ya le fue dada al profeta Elías.

Sólo uno de los uno sería el vencedor y el resultado tendría claras consecuencias, porque de fallar Elías quedaría en manos del rey Acab, o en las de Jezabel que sería mucho peor.

25 Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: Ya que ustedes son tantos, escojan uno de los novillos y prepárenlo primero. Invoquen luego el nombre de su dios, pero no prendan fuego.

26 Los profetas de Baal tomaron el novillo que les dieron y lo prepararon e invocaron el nombre de su dios desde la mañana hasta el mediodía. ¡Baal, respóndenos! gritaban, mientras daban brincos alrededor del altar que habían hecho. Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió.

27 Al mediodía Elías comenzó a burlarse de ellos: ¡Griten más fuerte! decía. Seguro que es un dios, pero tal vez esté meditando o esté ocupado o de viaje. ¡A lo mejor se ha quedado dormido y hay que despertarlo!

28 Comenzaron entonces a gritar más fuerte y, como era su costumbre, se cortaron con cuchillos y lanzas hasta quedar bañados en sangre. 29 Pasó el mediodía y siguieron en este trance profético hasta la hora del sacrificio vespertino. Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió ni prestó atención.

Seguro que Elías disfrutó como un niño, viendo como esos profetas paganos se desmoralizaban. Recordemos que estaban en medio de una gran sequía y seguramente muchos del propio pueblo podrían estar disculpándolos porque al fin y al cabo era imposible que lloviera.

¿Y qué pasaría con ese solitarios profeta de Dios, contra ochocientos cincuenta de Baal y Asera? Pues pensarían que tampoco conseguirían nada. Seguro que ese día nadie se llevó un paraguas...

30 Entonces Elías dijo a todo el pueblo: ¡Acérquense a mí! Así lo hicieron. Y como estaba en ruinas el altar del Señor, Elías lo reparó.

31 Luego recogió doce piedras, una por cada tribu descendiente de Jacob, a quien el Señor le había puesto por nombre Israel. 32 Con las piedras construyó un altar en honor del Señor, y alrededor cavó una zanja en que cabían dos seahs de semillas.

33 Colocó la leña, descuartizó el novillo, puso los pedazos sobre la leña

34 y dijo: Llenen de agua cuatro cántaros y vacíenlos sobre el holocausto y la leña. Luego dijo: Vuelvan a hacerlo. Y así lo hicieron. ¡Háganlo una vez más! les ordenó. Y por tercera vez vaciaron los cántaros.

35 El agua corría alrededor del altar hasta llenar la zanja.

Una vez que los de Baal y Asera terminaron, Elías tuvo su turno y se tomó su tiempo.

Primero pidió al pueblo que se acercara. Luego se puso a reparar el altar de Dios, que se encontraba abandonado y en ruinas. Pero no sólo eso, sino que tomó 12 nuevas piedras para construir un nuevo altas a Dios. Alrededor de ese nuevo altar cavó una zanja en donde cabía el equivalente a unos 11 kilos de semillas (una zanja bastante amplia). Luego colocó leña sobre el altar. Puso el novillo descuartizado sobre la leña y pidió que vertieran 4 cántaros de agua sobre el novillo y la leña.

Pero no una vez, sino tres veces pidió que se vertiera esa misma cantidad de agua sobre el novillo y todo el altar. Me imagino que nadie podría dudar que de ninguna manera podría arder de forma espontánea.

Ya era tarde y el sol se empezaba a irse y Elías oró a Dios.

36 A la hora del sacrificio vespertino, el profeta Elías dio un paso adelante y oró así: «Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que todos sepan hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo y he hecho todo esto en obediencia a tu palabra. 37 ¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente reconozca que tú, Señor, eres Dios y estás haciendo que su corazón se vuelva a ti!».

En ese momento en el que el centro podría ser Elías, ora a Dios y pide que manifieste su poder. ¿Para qué? Para que el pueblo pueda conocer que Él es Dios. El Dios de Israel y que todo eso se estaba realizando para sus corazones volvieran al Dios único y verdadero.

38 En ese momento, cayó el fuego del Señor y quemó el holocausto, la leña, las piedras y el suelo, y hasta lamió el agua de la zanja.

39 Cuando vieron esto, todos se postraron y exclamaron: «¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!».

No sólo se quemó la leña y el novillo, sino todo totalmente. Y el pueblo respondió ¡El Señor es Dios!

A continuación Elías ordenó que no escapara ninguno de los 850 falsos profetas y allí mismo en el valle los mató.

41 Entonces Elías dijo a Acab: Anda a tu casa, y come y bebe, porque ya se oye el ruido de un torrentoso aguacero. 42 Acab se fue a comer y beber, pero Elías subió a la cumbre del Carmelo, se inclinó hasta el suelo y puso el rostro entre las rodillas.

Elías le pide al rey que se vaya a su casa porque la lluvia estaba al caer, pero él no hizo caso. Después subió a la cumbre del monte para orar a Dios.

43 Ve y mira hacia el mar —ordenó a su criado. El criado fue, miró y dijo: No se ve nada. Siete veces le ordenó Elías que fuera a ver,

44 y la séptima vez el criado le informó: Desde el mar viene subiendo una nube. Es tan pequeña como una mano. Entonces Elías ordenó: Ve y dile a Acab: “Engancha el carro y vete antes de que la lluvia te detenga”. 45 Las nubes fueron oscureciendo el cielo; luego se levantó el viento y se desató una fuerte lluvia. Y Acab se fue en su carro hacia Jezrel.

46 Entonces el poder del Señor vino sobre Elías, quien se ajustó el manto con el cinturón, se echó a correr y llegó a Jezrel antes que Acab.

La lluvia parece que llegó de pronto; pilló al rey con la cuchara en la boca y fue tanto lo que corrió Elías, que llegó antes a Jezrel que el propio rey Acab.

Al fin y al cabo, todo lo que Dios hizo en ese día a través de Elías no sirvió de nada. No entendió el por qué de la sequía y lo que Dios les estaba diciendo. Cosas similares nos pueden pasar. ¿No crees? Dios está actuando siempre aunque no lo veamos y sigue actuando entre su pueblo.

¿Y cómo se tomó Jezabel la matanza de los profetas de Baal y Asera? Pues nada bien, como os podréis imaginar, de forma que Elías se tuvo que ir corriendo y se salió del reino de Israel, para refugiarse en el reino de Juda (en el del sur). 

Pero eso lo seguiremos viendo el próximo día en el capítulo 19.


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La próxima semana seguiremos los siguientes capítulos de 1ª Reyes. Deberás leer del 20 hasta el final del libro. Ya queda poco.

¡¡¡Bendiciones!!!


01/10/2023 Escuela BIBLICA DOMINICAL





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