“La ley de 1866 permitirá a los judíos de Suiza establecerse de forma legal, sin trabas ni ataduras, sin que alguien pueda imaginarse deshacerse de ellos como si se tratara de una mercancía”, declara a swissinfo.ch Johanne Gurfinkiel, secretario general de la Coordinación Intercomunitaria Contra el Antisemitismo y la Difamación (CICAD).
Desigualdad de trato
Hasta entonces, la minoría judía no se beneficiaba de la posibilidad de instalarse libremente en el país, un derecho acordado a los ciudadanos suizos desde la creación del Estado federal moderno, en 1848.
Los judíos solo podían establecerse en dos comunas del cantón de Argovia, Lengnau y Endingen, donde se beneficiaban de una protección renovable cada 16 años. Pero incluso en esas dos comunas, la libertad no era total. Los judíos no podían ser ni campesinos, ni artesanos.
Esa desigualdad de trato provocó protestas de países con los que Suiza había firmado acuerdos de establecimiento – Francia, Países Bajos, Estados Unidos y Reino Unido – y que no comprendían que sus conciudadanos judíos fueran discriminados.
Ante esas críticas, el Gobierno propuso inscribir en la Constitución la “igualdad de los ciudadanos desde el punto de vista del establecimiento y de la legislación”, aceptada por 53,2% de los votos y una mayoría de cantones, el 14 de enero de 1866.
Ocho años más tarde, la revisión constitucional de 1874 otorgaba la igualdad jurídica total, con la libertad de culto y de creencia.
Un cambio significativo
El voto del 14 de enero de 1866 marcó un giro en la historia de la comunidad judía de Suiza. El fin de semana pasado se conmemoraron los 150 años de este hecho, en Berna, durante una fiesta cultura organizada por la Federación suiza de comunidades israelíes, en presencia del presidente helvético, Johann Schneider-Ammann.
“Esta libertad de establecimiento es fundamental, porque otorga por primera vez a los judíos de Suiza el sentimiento de sentirse plenamente en casa, en ese espacio político. Lo que se inició en 1866 continúa hasta ahora. Suiza es una patria para los judíos que aquí viven plenamente desde entonces, desde que pudieron ser considerados como ciudadanos a parte entera”, subraya Jacques Ehrenfreund, profesor de Historia de los Judíos y del Judaísmo en la Época Moderna y Contemporánea, en la Universidad de Lausana.
“La nueva ley refuerza el sentimiento de pertenencia, patriótica y nacional, entre los judíos”, confirma Johanne Gurfinkiel, que también juzga como capitales, los derechos otorgados en 1866.
Vaso medio lleno, o medio vacío
En Suiza, los nuevos derechos para los judíos tienen la particularidad de haber sido aceptados por el pueblo. “Según mis conocimientos, no se votó sobre ese tema en otra parte de Europa. Es, efectivamente, una especificidad suiza, abrir la puerta de la ciudadanía sobre la base de una votación popular”, confirma Jacques Ehrenfreund.
¿Los suizos eran intachables en esa época? Johanne Gurfinkiel menciona las dos caras de la moneda:
“Los judíos estaban presentes en el país desde hacía varios siglos, no se trataba de una nueva ola inmigratoria que llegaba. Hizo falta la presión exterior para que esta presencia multisecular fuese objeto de un debate. Cierto, el resultado es muy positivo, pero se puede cuestionar el principio de haber votado sobre tal tema. Se puede ver el vaso medio lleno, o medio vacío. Pero esto interpela”.
Una verdadera paradoja
Desde el siglo XVIII, los derechos fueron progresivamente reconocidos a los judíos en diversos países de Europa y la igualdad para ellos llegó en el siglo XIX. Pero esta evolución se acompañó de fuertes presiones antisemitas. En Francia, donde se otorgó la igualdad de derechos muy pronto (1791), la sociedad se vio dividida profundamente en torno al caso Dreyfus.
Suiza no se libró del debate, pese al voto de 1866. En 1893, el pueblo y los cantones, que se expresaron sobre la primera iniciativa popular sometida a nivel federal, aceptaron prohibir el sacrificio ritual de animales.
“No hay ambigüedad alguna sobre el antisemitismo de esta interdicción. La idea era recordar que se había acordado el derecho de establecimiento a los judíos, pero no estaba en cuestión aceptar sus rituales y sus prácticas. Se otorgaron a esta minoría derechos civiles y políticos, pero debían estar limitados, para evitar que los judíos tuviesen el sentimiento de ser, finalmente, bienvenidos”, indica Johanne Gurfinkiel.
« La paradoja es que al momento de la emancipación de los judíos, tras siglos de presencia en Europa, aparecían nuevas formas de exclusión”, explica Jacques Ehrenfreund. El antijudaísmo tradicional, más bien religioso, quedó de lado para dar espacio al antisemitismo, un término aparecido en 1879. El antisemitismo es más político y está relacionado al hecho de que los judíos se volvieron ciudadanos iguales”.
“Es una historia compleja, pues menos de 80 años después de su emancipación, los judíos de Europa fueron objeto de un gran genocidio, sin precedentes”, añade el profesor. Para el historiador, “es un verdadero desafío colocar juntos estos dos elementos tan opuestos y paradójicos”.
Vigilancia constante
Para la CICAD, en Suiza, como en otros sitios, los abusos antisemitas son siempre posibles en política. “Según la situación, se tiene con frecuencia el reflejo de recordar a los judíos que son invitados”, deplora su secretario general. “Esto fue un traumatismo mal vivido durante el escándalo de los fondos de desherencia, en la década de 1990. Esto llevó a una fase antisemita abierta, sin barreras”.
“La democracia directa puede también, evidentemente, conducir a abusos. Por ejemplo, el sacrificio ritual es una suerte de tema recurrente. Hace unos años, la circuncisión también se cuestionó, y pudo haber llegado a ser tema de un voto. La democracia directa es una ventaja y un impulso en Suiza, mientras sea sostenida por fuerzas democráticas. Pero también puede ser un arma de doble filo, cuando está en manos de extremistas.”
11/08/2024 en DIARIO JUDIO
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