La semana anterior pudimos estudiar 1ª Reyes 12. Vimos cómo con Roboán el reino se dividió en 2, tal y como lo profetizó Ahías a Jeroboán con anterioridad.
Y el mismo Jeroboán fue quien se quedó con el reino del norte, que estaba compuesto por 10 de las 12 tribus de Israel. Lo que no era de esperar es que Jeroboán se separara directamente de Dios y de sus mandamientos, para entregarse al paganismo de los dioses de los pueblos circundantes.
Además, creó un nuevo centro religioso en su reino, para evitar que su pueblo continuara con la adoración a Dios en Jerusalén. No quería ninguna conexión con sus hermanos del reino de Judá.
A partir de ahora veremos 2 historias paralelas, donde de forma simultanea contemplaremos la evolución cada uno de los reinos. El del norte (Israel) y el del Sur (Judá).
El norte tuvo un declive rápido y pronunciado, mientras que el del sur no lo fue tanto (aunque también...) pero perduró un poco más, porque estuvo un poco más cerca de Dios y de sus leyes y preceptos por más tiempo. Lo iremos viendo paso a paso en las siguientes lecciones.
Todos somos conscientes de lo vulnerables que somos cuando nos alejamos de Dios. Lo mismo que pasó con Jeroboán. Lo podemos comentar junto.
1ª Reyes 13. El hombre de Dios que llegó de Judá
Ya debe haber pasado algún tiempo desde que se produjo la separación. El texto nos indica que “un hombre de Dios” salió del reino de Judá para ir a Betel, en el reino de Israel. En ningún momento el texto dice su nombre, ni de donde procede.
Veamos donde está Betel en el mapa. Muy al sur dentro del reino de Israel y relativamente cerca de Jerusalén.
1 Sucedió que un hombre de Dios fue desde Judá hasta Betel en obediencia a la palabra del Señor. Cuando Jeroboán, de pie junto al altar, se disponía a quemar incienso, 2 el hombre de Dios, en obediencia a la palabra del Señor, gritó: «¡Altar, altar! Así dice el Señor: “En la familia de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a estos sacerdotes de altares paganos que aquí queman incienso. ¡Sobre ti se quemarán huesos humanos!”» 3 Aquel mismo día el hombre de Dios ofreció una señal: «Esta es la señal que el Señor les da: ¡El altar será derribado, y las cenizas se esparcirán!»
Por como actuó ese hombre de Dios, creo que lo podríamos llamar profeta. Llegó de parte de Dios para dar un mensaje; una profecía concreta a Jeroboán. Dicha profecía no se cumpliría sobre la marcha, sino unos 330 años después y a través del rey Josías de Judá.
Lo podemos ver en 2ª Reyes 23:15-16. Es interesante leer todo el capítulo completo porque vemos que:
- Josías rey de Judá, mandó llamar a todo el pueblo para renovar el pacto con Dios en Jerusalén.
- Hizo un “zafarrancho”de limpieza" en el Templo de Jerusalén. En ese tiempo estaba dedicado al paganismo y se mandó quemar en el valle del Cedrón todos los muebles y utensilios allí existentes.
- Destituyó a todos los falsos sacerdotes y derribó todos los altares dispersos en la explanada. Las cenizas de todo ello las tiró en un foso común.
- Luego trajo a los sacerdotes de Dios de todo su reino, para servir de nuevo en el Templo de Jerusalén.
- Destruyó los altares paganos situados al este de Jerusalén (Monte de los Olivos y alrededores), existentes ya desde los tiempos de Salomón, dedicados a los dioses de los sidonios, moabitas y amonitas.
- Destruyó y quemó las imágenes y piedras sagradas paganas, para llenarlos de huesos humanos.
- Derribó el altar de Betel y el santuario pagano erigido por Jeroboán, con el que hizo pecar a Israel. De esa forma se cumplió lo profetizado por el hombre de Dios en 1ª Reyes 13.
- El rey Josías preguntó por un sepulcro concreto y le respondieron que era el sepulcro del hombre de Dios que profetizó a Jeroboán lo que acababa de hacer en Betel. Josías mando que no lo destruyeran y se quedará tal cual estaba. ¡Bien hecho!
- Destruyó todos los santuarios paganos en toda Samaria, de la misma forma que hizo en Betel. Y en este caso, mató sobre los altares a los falsos sacerdotes. Y finalmente también quemo sobre ellos huesos humanos. Quién sabe si para que ya no se pudiera volver a usar por los paganos.
- El reino de Israel ya no existía. Fue destruido por los Asirios y es por eso que la limpieza fue más allá del propio reino del Judá.
- Y después de “no dejar títere sobre cabeza” volvió a Jerusalén para celebrar la Pascua.
20 Finalmente, mató sobre los altares a todos los sacerdotes de aquellos santuarios, y encima de ellos quemó huesos humanos. Entonces regresó a Jerusalén. 21 Después el rey dio esta orden al pueblo: Celebren la Pascua del Señor su Dios, según está escrito en este libro del pacto. 22 Desde la época de los jueces que gobernaron a Israel hasta la de los reyes de Israel y de Judá, no se había celebrado una Pascua semejante. 23 Pero, en el año dieciocho del reinado del rey Josías, esta Pascua se celebró en Jerusalén en honor del Señor.
- Eliminó a todos los adivinos, hechiceros y todo tipo de ídolos, para así cumplir las instrucciones de la Ley.
25 Ni antes ni después de Josías hubo otro rey que, como él, se volviera al Señor de todo corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, siguiendo en todo la ley de Moisés.26 A pesar de eso, el Señor no apagó el gran fuego de su ira, que ardía contra Judá por todas las afrentas con que Manasés lo había provocado. 27 Por lo tanto, el Señor declaró: «Voy a apartar de mi presencia a Judá, como lo hice con Israel; repudiaré a Jerusalén, la ciudad que escogí, y a este templo, del cual dije: “Ese será el lugar donde yo habite”».
- Pero aún así, con todo lo que Josías consiguió hacer no pudo borrar todo lo malo hecho años atrás el rey Manasés de Judá. Y por ello, también caería poco después el reino de Judá y la capital Jerusalén junto con su Templo en manos de los Babilonios.
Me temo que nos hemos metido demasiado de lleno en 2ª Reyes 23. Así que volvamos de nuevo a 1ª Reyes 13.
4 Al oír la sentencia que el hombre de Dios pronunciaba contra el altar de Betel, el rey extendió el brazo desde el altar y dijo: «¡Agárrenlo!» Pero el brazo que había extendido contra el hombre se le paralizó, de modo que no podía contraerlo. 5 En ese momento el altar se vino abajo y las cenizas se esparcieron, según la señal que, en obediencia a la palabra del Señor, les había dado el hombre de Dios.
El altar se vino abajo y quedó hecho cenizas para demostrar quien era el verdadero Dios sobre todas las cosas. Además, Jeroboán también fue castigado de una forma un tanto “cómica”, para que viera sobre sí mismo el poder de Dios. Su brazo quedó totalmente tieso.
Pidió al hombre de Dios que orara por él para que se le curara el brazo y tras conseguir que se curara, lo invitó a su casa a comer y para hacerle unos regalos.
Pero el hombre de Dios le dijo que Dios se lo impedía: “No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el mismo camino”. ¿Por qué crees que Dios no quería que este hombre se quedara allí? Lo podemos comentar juntos.
Así hizo, pero vivía por aquel tiempo un profeta anciano en Betel. Sus hijos le contaron lo que había hecho un hombre de Dios con el altar en Betel. Nada más saber que volvía a Judá, fue tras él en su asno y lo encontró descansando bajo una encina.
15 Entonces el profeta le dijo: Ven a comer a mi casa. 16 No puedo volver contigo ni acompañarte —respondió el hombre de Dios—; tampoco puedo comer pan ni beber agua contigo en este lugar, 17 pues el Señor me ha dado esta orden: “No comas pan ni bebas agua allí, ni regreses por el mismo camino”. 18 El anciano replicó: También yo soy profeta, como tú. Y un ángel, obedeciendo la palabra del Señor, me dijo: “Llévalo a tu casa para que coma pan y beba agua”. Así lo engañó,
Los 2 profetas empezaron a conversar. El anciano seguramente deseoso de saber más del otro, lo engañó abusando de su confianza, pero tuvo sus consecuencias.
20 Mientras estaban sentados a la mesa, la palabra del Señor vino al profeta que lo había hecho volver. 21 Entonces el profeta le anunció al hombre de Dios que había llegado de Judá: Así dice el Señor: “Has desafiado la palabra del Señor y no has cumplido la orden que el Señor tu Dios te dio. 22 Has vuelto para comer pan y beber agua en el lugar donde él te dijo que no lo hicieras. Por lo tanto, no será sepultado tu cuerpo en la tumba de tus antepasados”.
Al terminar de comer el hombre de Dios, el profeta anciano le preparó un asno para que pudiera proseguir su camino hasta Judá.
Por el camino salió a su encuentro un león y lo mató. El león y el asno quedaron junto al cuerpo y no lo tocaron. Los que pasaban por el mismo camino, llevaron la noticia hasta la casa del profeta anciano.
27 Luego el profeta les dijo a sus hijos: «Aparéjenme el asno». En cuanto lo hicieron, 28 el profeta salió y encontró el cuerpo tendido en el camino, con el asno y el león junto a él. El león no se había comido el cadáver, ni había despedazado al asno. 29 Entonces el profeta levantó el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el asno y se lo llevó de vuelta a la ciudad para hacer duelo por él y enterrarlo. 30 Luego lo puso en la tumba de su propiedad, e hicieron duelo por él, clamando: «¡Ay, hermano mío!»
Lo llevaron a la tumba de su propiedad y pidió a sus hijos que cuando el muriera lo enterraran allí mismo junto con el hombre de Dios. Podéis ver que esto enlaza perfectamente con 2ª Reyes 23.
33 Con todo, Jeroboán no cambió su mala conducta, sino que una vez más puso como sacerdotes para los santuarios paganos a toda clase de gente. A cualquiera que deseaba ser sacerdote de esos santuarios, él lo consagraba como tal. 34 Esa conducta llevó a la dinastía de Jeroboán a pecar, y causó su caída y su desaparición de la faz de la tierra.
Después de todo, Jeroboán se tendría que haber quedado con su brazo tieso. ¿No os parece?
Al menos se hubiera acordado de Dios cada vez que se viera el brazo tieso y quizás en algún momento se hubiera arrepentido, como así hizo el rey Josías de Judá, 330 años después.
1ª Reyes 14:1-20. Profecía de Ahías contra Jeroboán.
¿Recordáis quién era el profeta Ahías? El fue el que le reveló a Jeroboán que sería rey de las 10 tribus de Israel, tras la muerte de Salomón. Pues el mismo profeta Ahías tendrá un nuevo encuentro con su familia y no será nada agradable esta vez.
1 En aquel tiempo se enfermó Abías hijo de Jeroboán, 2 y este le dijo a su esposa: «Disfrázate para que nadie se dé cuenta de que eres mi esposa. Luego vete a Siló, donde está Ahías, el profeta que me anunció que yo sería rey de este pueblo. 3 Llévate diez panes, algunas tortas y un jarro de miel. Cuando llegues, él te dirá lo que va a pasar con nuestro hijo». 4 Así que la esposa de Jeroboán emprendió el viaje a Siló y fue a casa de Ahías.
Jeroboán sabía que estaba viviendo de espaldas a Dios y cuando ya no sabía a quién recurrir, tuvo que ir sin más remedio al profeta Ahías. Pero fue a través de su esposa y con algunos regalos de poca importancia. Se estiró poco para poder engañarlo mejor. Estaba claro que Jeroboán no conocía a Dios, por muy rey que fuera.
Dios le habló a Ahías antes de que llegara ella. No se identificó como la esposa de Jeroboán, pero aún estando ciego por su edad le reconoció y dijo todo cuanto Dios tenía para ella y su familia.
6 Así que cuando Ahías oyó el sonido de sus pasos, se dirigió a la puerta y dijo: «Esposa de Jeroboán, ¿por qué te haces pasar por otra? Entra, que tengo malas noticias para ti. 7 Regresa a donde está Jeroboán y adviértele que así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te levanté de entre mi pueblo Israel y te hice su gobernante.8 Le quité el reino a la familia de David para dártelo a ti. Tú, sin embargo, no has sido como mi siervo David, que cumplió mis mandamientos y me siguió con todo el corazón, haciendo solamente lo que me agrada. 9 Por el contrario, te has portado peor que todos los que vivieron antes de ti, al extremo de hacerte otros dioses, ídolos de metal; esto me enfurece, pues me has dado la espalda.
Como consecuencia de todo esto, Dios le castiga.
10 »”Por eso voy a enviarle una desgracia a la familia de Jeroboán. De sus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón, esclavo o libre. Barreré la descendencia de Jeroboán como se barre el estiércol, hasta no dejar rastro.
Y también ella se llevó su premio.
12 »En cuanto a ti, vuelve a tu casa; el muchacho va a morir en cuanto llegues a la ciudad. 13 Entonces todos los israelitas harán duelo por él y lo sepultarán. De la familia de Jeroboán solo él será sepultado, porque en esa familia solo él ha complacido al Señor, Dios de Israel.
El profeta Ahías termina con 2 profecías: exterminaría la familia de Jeroboán (borraría su legado) y el pueblo de Israel (ese reino formado por las 10 tribus del norte) sería dispersado y deportado más allá del río Éufrates, como así ocurrió más adelante en manos de los Asirios.
14 »El Señor levantará para sí un rey en Israel que exterminará a la familia de Jeroboán. De ahora en adelante15 el Señor sacudirá a los israelitas como el agua sacude las cañas. Los desarraigará de esta buena tierra que les dio a sus antepasados y los dispersará más allá del río Éufrates, porque se hicieron imágenes de la diosa Aserá y provocaron así la ira del Señor.16 Y el Señor abandonará a Israel por los pecados que Jeroboán cometió e hizo cometer a los israelitas».
Así que la pobre mujer se volvió, con miedo de llegar a su casa, porque justo al pasar el umbral de la puerta su hijo murió tal y como predijo el profeta. Dios no perdona la idolatría de ninguna forma.
El resto de los acontecimientos del rey Jeroboán los podemos leer en el libro de Crónicas. Reinó 22 años y tras su muerte reinó su hijo Nadab.
1ª Reyes 14:21-31. Roboán, rey de Judá.
Parece que después del ataque de ego que tuvo al principio de su reinado, provocando la división del reino, poco más consiguió hacer.
Roboán empezó a reinar con 41 años y sólo estuvo 17 años en el trono. Algunos menos que Jeroboán. El era hijo de Salomón y de una amonita (extranjera y seguramente pagana).
Si el reino de Israel estaba podrido, el reino de Judá no estaba mucho mejor. Paganismo en estado puro.
22 Los habitantes de Judá hicieron lo que ofende al Señor, y con sus pecados provocaron los celos del Señor más que sus antepasados. 23 Además, en todas las colinas y bajo todo árbol frondoso se construyeron santuarios paganos, piedras sagradas e imágenes de la diosa Aserá. 24 Incluso había en el país hombres que practicaban la prostitución sagrada. El pueblo participaba en todas las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado del territorio de los israelitas.
Y todo eso llevaba a su reino a una extrema debilidad, de forma que los egipcios “entraban como Pedro por su casa”.
25 Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén en el quinto año del reinado de Roboán, 26 y saqueó los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Se lo llevó todo, aun los escudos de oro que Salomón había hecho. 27 Para reemplazarlos, el rey Roboán mandó hacer escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la guardia que custodiaba la entrada del palacio real. 28 Siempre que el rey iba al templo del Señor, los guardias portaban los escudos, pero luego los devolvían a la sala de los centinelas.
El reino de Roboán quedó muy debilitado. Primero perdiendo las 10 tribus del norte, que eran las más ricas y luego con el saqueo de los egipcios. ¡Cómo se debería acordar de su padre Salomón y de los malos consejos de sus amigos!
El resto de los acontecimientos del rey Roboán los podemos leer en el libro de Crónicas. Cuando murió, fue sepultado en la ciudad de David junto con sus antepasados y reinó en su lugar su hijo Abías.
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Ya estamos terminando este curso, porque en verano descansaremos. Pero nosotros en parte nos tendremos que preparar para las siguientes lecciones que vienen por delante en el siguiente curso.
Esas lecciones serán bastante más profundas porque iremos parando la línea de tiempo, para desarrollar la vida y ministerio de cada uno de los profetas.
Os animo a que sigáis leyendo 1ª y 2ª Reyes y alguno de los libros proféticos, como por ejemplo el de Isaías.
¡¡¡Bendiciones!!!
18/06/2023
Escuela BIBLICA DOMINICAL
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