lunes, 23 de febrero de 2015

La bandera del Estado Islámico ondea en la orilla sur del Mediterráneo.

Paralizado al borde de la gran avenida que penetra desde el mar al corazón en Sirte y desemboca en el simbólico hotel Al Mahari, Zakaria, un joven libio de 30 años, atenaza el miedo con una mezcla de tristeza y desamparo.

El ocaso avanza en el puerto mediterráneo -cuna del derrocado dictador Muamar al Gadafi- pero no son las nubes las que traban su camino, sino cientos de pendones negros que se alzan al cielo con la enseña de Abu Bakar al Bagdadi, líder del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak.

"Muchos de ellos son antiguos combatientes de Ansar al Sharia (Seguidores de la ley Islámica)", grupo que se ha desligado de Al Qaeda para jurar obediencia al autoproclamado califa, explicaba mientras el amenazante desfile jihadista tenía lugar.

Desde entonces patrullan el centro-oeste de la ciudad, vestidos la mayoría con uniformes militares que recuerdan a los escuadrones jihadistas de Afganistán -solo unos pocos llevan ropa castrense negra y el rostro cubierto-, armados con fusiles de asalto y lanzagranadas portátiles tipo ARPG, a bordo vehículos Toyota todoterreno con el estandarte del Estado Islámico.

Algunos incluso están artillados con cañones antiaéreos de pequeño calibre y otros tipos de armas antitanque.

A pesar del ruido de los motores y las proclamas, el silencio -compañero del miedo- envuelve una ciudad que ha visto como las tropas jihadistas entraron en este puerto sin apenas hallar resistencia, sin estruendo mediático.

"La radio Makmades fue asaltada y desde entonces solo difunde recitaciones de El Corán y discursos de Al Bagdadi", explica uno de los habitantes del llamado barrio uno, en Sirte.

"El Estado Islámico domina actualmente el centro y la parte occidental de la ciudad, desde la carretera de Oqaduqa hasta el hotel de Al Mahari, una distancia de 8 kilómetros y controlan también la cárcel de la ciudad", resalta Zakaria.

También han entrado en la universidad de Sirte, donde a punta de rifle han separado a profesores de profesoras, a alumnos de alumnas e impuesto el atuendo salafista: las mujeres cubiertas de pies a cabeza con túnicas amplias y oscuras y los hombres con chilabas (túnicas tradicionales).

Además, se han hecho con el control del Instituto Superior de Recursos Eléctricos y ordenado el cierre de lugares que consideran pecaminosos: salones de boda, peluquerías y otros
negocios relacionados con el cuidado personal de las mujeres.

Nadie les para, se queja la población, que ve como las fuerzas del Estado están muy lejos, enzarzadas en una guerra civil por controlar poblaciones del oeste de la capital Trípoli, y la ciudad de Bengasi, segunda del país.

Allí, milicias islamistas moderadas, afines al gobierno rebelde instalado en Trípoli, combaten contra los hombres del general Jalifa Hafter, un antiguo héroe del Ejército de Gadafi.

Hafter devino en uno de los principales opositores en el exilio del dictador y ahora lucha a favor del Parlamento internacionalmente reconocido instalado en Tobruk, con el apoyo de Egipto.

Beneficiados por la anarquía y el vacío de poder, jihadistas procedentes de los estados vecinos han logrado hacerse con el control de Darna y establecer allí una franquicia del Estado Islámico.

Integrados por extremistas tunecinos, egipcios, libios, argelinos y otras nacionalidades del Sahel que han viajado a Siria e Irak y regresado con entrenamiento y experiencia en combate, avanzan desde hace semanas hacia ciudades como Sirte, donde días atrás asesinaron a una veintena de cristianos egipcios.

La llegada de los seguidores de Abu Bakar al Bagdadi a la cuna de Gadafi ha generado un masivo desplazamiento de la población, en especial de los trabajadores egipcios que temen por su vida tras la difusión días atrás de un vídeo con la supuesta masacre.

Una matanza que algunos habitantes de Sirte insisten en negar y atribuyen a "propaganda de los miembros de la tribu de Gadafi", como dijo un anciano habitante de Sirte, que pese al desfile insistía en que la rama libia del Estado Islámico "no existe".

Una teoría compartida por Nuri Degman, un hombre de 50 años, que aseguró que estos hombres armados que aterrorizan a los libios son en realidad "leales al antiguo régimen" de Gadafi y "han comenzado una guerra contra los civiles".

"Nadie ha filmado ese vídeo aquí. No hay un lugar alto así y la playa no se encuentra en Libia", asegura Degman furioso.

Muchas dudas y pocas certezas, más allá de que la bandera del Estado Islámico ondea en Sirte y que las web jihadistas vinculadas a este movimiento que se extiende como una sombra por el Norte de África, alaban la entrada en un puerto del sur del Mediterráeo e insisten en que la próxima estación es Trípoli. EFE




22/02/2015 en AURORA DIGITAL.
http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Oriente_Medio/63263/


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