El antisemitismo que se difunde hoy en España sólo puede ser contrarrestado desde dentro. Los españoles que nos sentimos cercanos al pueblo judío por razones históricas, familiares o personales, como es el caso de los descendientes de judeoconversos, acabamos de forma natural defendiendo a Israel y denunciando las mentiras de la propaganda palestina y antijudía. El siguiente paso es hacer público nuestro compromiso mediante la reflexión, la difusión de nuestras ideas y el apoyo a Israel en los momentos más difíciles, como es el presente.
En Israel, ni el gobierno ni la población exalta y convierte en héroes a los pocos judíos incontrolados que han matado a palestinos: se les llama terroristas y se condenan públicamente sus crímenes, incluso con manifestaciones masivas de rechazo.
En Palestina, las autoridades y la población exaltan, homenajean, dedican calles y plazas, y recompensan a los cientos de terroristas palestinos y a sus familias con dinero (hasta 4.500 dólares mensuales) y reconocimiento social. En Palestina se celebran los acuchillamientos, masacres, atropellos y lanzamiento de cohetes. Se exhibe la sangre, el horror y el terror, incluso inventando mártires y cadáveres (como el caso del niño terrorista que acuchilló a otro niño judío -que está en estado crítico- y del que Mahmoud Abbas, a través de la TV, dijo que había sido ejecutado a sangre fría y sin embargo vive y está siendo curado en un hospital israelí).
En Israel los árabes viven sin miedo a ser acuchillados, tiroteados o atropellados por cualquier judío cuando salen a la calle, esperan en la acera o suben a un autobús. Los judíos, en cambio, están permanentemente amenazados por cualquier terrorista en cuanto salen a la calle o desprotegen sus casas.
En Israel viven voluntariamente casi dos millones de árabes y palestinos. En la mayoría de los países árabes no puede vivir ningún judío porque es asesinado o expulsado inmediatamente.
Israel siempre ha aceptado a palestinos en su territorio. Ningún estado árabe, en cambio, quiere ni acepta a palestinos en su tierra. Jordania, Irán, Egipto, Siria y el Líbano han expulsado a casi un millón de palestinos de su territorio y no los quieren ni siquiera como refugiados.
Israel es un estado plenamente democrático, donde los árabes y musulmanes tienen voz, voto y representación parlamentaria. La mayoría de los estados árabes son dictaduras de origen tribal o teocrático donde no existe ni libertad religiosa, ni de expresión, ni protección jurídica alguna, donde se ejecuta a homosexuales y a “adúlteras”, y se somete a la mujer a todo tipo de humillaciones.
Israel es un país libre a la vanguardia del progreso, la investigación y la tecnología. Palestina vive de la ayuda internacional y es incapaz de organizar una sociedad democrática, moderna y productiva. El problema no es la falta de territorio (sobra territorio en Siria y Jordania, que también han ocupado tierras “palestinas”), sino de su sometimiento al control de minorías terroristas y corruptas como Hamás o Al Fatah.
Los palestinos son educados en el odio antijudío y su principal objetivo es acabar con Israel. La mayoría, que quisiera vivir en paz, está dominada y sin capacidad para liberarse del control del fanatismo religioso y terrorista. No es una sociedad libre ni democrática.
Los israelíes (como cualquiera de nosotros) tienen derecho a defenderse y atacar a quienes intentan asesinarlos, pero no están interesados en usar la fuerza de forma indiscriminada y desproporcionada, entre otras razones porque saben que así no solucionan el problema, sino lo contrario.
Si hay más muertos palestinos que israelíes es porque los israelíes dedican mucho esfuerzo y recursos para defenderse y porque los palestinos atacantes son muchos y lo hacen en condiciones abiertamente suicidas. Nada tiene que ver con una supuesta crueldad o “desproporcionalidad” en los medios de autodefensa empleados.
No hay posible equiparación y, por tanto, no hay posible equidistancia. El conflicto palestino es algo sostenido y alimentado por dictaduras teocráticas y tribales como arma política e ideológica para mantenerse en el poder y dominar fanática y religiosamente a sus sociedades, mientras viven del negocio millonario del petróleo, cuyos intereses coinciden con los de las multinacionales de Europa y América. Lo demás es cuento. Un cuento sangriento que ha convertido el terrorismo en heroicidad y la exaltación de la sangre y la muerte en espectáculo perverso y rito obsesivo de pertenencia.
09/12/2015 en AURORA DIGITAL.
No hay comentarios:
Publicar un comentario