sábado, 28 de marzo de 2020

La guerra del petróleo entre Rusia y Arabia Saudí llega al surtidor

BAJADA HISTÓRICA. A 35 dólares el barril -o menos- ni siquiera las grandes petroleras pueden resistir sin recortar dividendo y hundir su cotización.


Vladimir Putin y Mohamend bin Salman -el presidente 'eterno' de Rusia y el príncipe heredero y verdadero hombre fuerte de Arabia Saudí- contra Vicki Hollub, la única mujer que dirige una gran petrolera, Occidental Petroleum. En términos de personalidades, ése podría ser el resumen de esta semana de locura en el mercado del petróleo mundial. Por un lado, los autócratas ruso y saudí en una guerra suicida, en la que la única estrategia es que el rival se muera antes, lanzada, precisamente, por su desacuerdo acerca de qué hacer con los nuevos grandes productores estadounidenses, como Occidental. Rusia quiere liquidarlos, Arabia Saudí, no. Pero la negativa de Moscú a dejarlos vivir, ha hecho que Riad haya lanzado una guerra total contra Putin, en la que empresas como Occidental -que acaba de dejar de ser una petrolera 'normal' al exponerse masivamente al fracking podrían ser la 'víctima colateral'.

Los problemas de Occidental empezaron en mayo. Fue entonces cuando Hollub endeudó hasta las cejas a la compañía para comprar por 38.000 millones de dólares (33.500 millones de euros, en gran parte en metálico) Anadarko, que era una de las mayores empresas del mundo en producción de petróleo y gas natural por medio de fracking, es decir, un sistema que permite acceder a reservas que, hasta hace una década y media no eran económicamente viables.

Las petroleras en EEUU son valores seguros, que dan dividendos altos y constantes, así que Hollub estaba tomando un claro riesgo financiero. Pero había otro problema. El fracking exige inversiones enormes. Para que sea rentable, el precio del barril debe rondar los 40-50 dólares. A cambio, extraer y comercializar un barril en Arabia Saudí no cuesta más de 3 dólares. En el caso de Occidental, Pavel Bolchanov, de la boutique de la banca de inversión Raymond James, estimaba en septiembre que, mientras el crudo no cayera por debajo de los 45 dólares, la empresa podría mantener un dividendo que, en esas fechas, equivalía a un espectacular 7% anual. Era problemático, porque, con su audaz compra, Hollub había transformado a Occidental de una empresa normal en otra de fracking.

El lunes, el petróleo West Texas Intermediate que se usa de referencia en Estados Unidos cerraba en Nueva York a 31,13 dólares el barril, tras haberse desplomado un 24,6% en un solo día. Aunque el martes repuntó hasta los 34,69 dólares, quedaba muy lejos de los niveles que necesitan las empresas de fracking, y a la mitad de su valor de hace tres meses. Un día después, Occidental recortaba su dividendo en un 86%. La acción se desplomó de tal manera que la cotización de Occidental tuvo que ser suspendida. El sueño de la empresa de 100.000 millones de valor al que aspiraba Hollub con la compra de Anadarko es hoy irrealizable. El miércoles, Occidental solo valía 12.800 millones de dólares (11.300 millones de euros), un tercio de lo que pagó en mayo por su rival.

La historia de Occidental es, con nombres y caras, la del terremoto que sacudió a la economía mundial el lunes, cuando, por ejemplo, el petróleo Brent, que sirve de referencia en Europa, se despeñó un 24,5%. Es la segunda mayor caída de la principal fuente de energía del mundo desde el lejano 17 de enero de 1991, el día en el que Estados Unidos y sus aliados desencadenaron sobre Irak un bombardeo de dimensiones inimaginables para obligar a ese país a retirarse de Irak. El bombardeo dejó claro que el dictador iraquí Sadam Husein no tenía absolutamente ninguna posibilidad de interrumpir el flujo de crudo de Oriente Medio al mundo industrializado. Con el suministro garantizado, el barril cayó un 33%.

Lo que pasa es algo muy simple: Rusia quiere acabar con el fracking de EEUU que amenaza el control de los grandes productores -ese país y Arabia Saudí- del suministro de petróleo. Y, para ello, Vladimir Putin quiere que el petróleo sea más barato. Arabia Saudí prefiere un petróleo caro, aunque eso signifique que el fracking siga comiendo cuota de mercado a los productores. Es una cuestión de números. Arabia Saudí necesita que el precio del petróleo ronde los 85 dólares para tener sus cuentas públicas saneadas. A Rusia, le basta con la mitad. Los dos países dependen de sus hidrocarburos para sobrevivir. El 30% del PIB y el 40% de las exportaciones de Rusia proceden de esos productos. El caso saudí, el porcentaje es del 50% y el 70%, respectivamente.


Y ahí ha llegado el coronavirus, que ha paralizado la economía china. Y China es el país responsable del 80% del aumento de la demanda de petróleo, según recordó esta semana el director de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol. Eso significa que, si en 2019 la demanda mundial de petróleo creció en 900.000 barriles, 720.000 de ellos fueron a China, y apenas 180.000 al resto del mundo.

Así pues, el Covid-19 va a tener un impacto muy duro en los productores de petróleo. La AIE estima que éste será el primer año desde 2009 -cuando EEUU estaba con una economía comatosa por la crisis de las hipotecas basura y la crisis del euro empezaba a cercarse a Europa- en que la demanda de petróleo caiga a nivel mundial. Ésa es una predicción para preocupar, porque sugiere que, por culpa del coronavirus, el mundo se encamina a una recesión generalizada.

¿Cuánto puede caer la demanda? El lunes pasado, la AIE calculó que, si la crisis se limita a China, el descenso será de 90.000 barriles diarios. Eso es poco en un mundo en el que se consumen 99,9 millones de barriles. Pero la cosa cambia cuando se ven las anteriores previsiones de la AIE para este año, que señalaban un incremento de la demanda de 825.000 barriles. Es más: según esa organización, que agrupa a los países industrializados, la demanda de petróleo podrá caer hasta en 700.000 barriles si el coronavirus se extiende por el mundo. Y está pasando.

Así es como se llega a la reunión de la OPEP+ de la semana pasada. La OPEP+ es la OPEP -el cártel de los grandes exportadores del mundo en vías de desarrollo- más Rusia. Ese grupo nació en 2016, a medida que Arabia Saudí, que es quien controla la OPEP, se dio cuenta de que necesitaba a Rusia para mantener el control del mercado.

Ahora, Riad necesita a Rusia porque ése es el segundo país que bombea más crudo del mundo, tras EEUU, y, también, porque la OPEP ha perdido mucho poder, en parte debido al boom del fracking. Hoy, la organización sólo controla un tercio de la producción mundial de petróleo. Y, de sus doce miembros, uno está en guerra civil -Libia-, dos son 'estados fallidos' -Irak y Venezuela-, otro se encuentra sometido a un bloqueo de EEUU -Irán-, y uno más está permanentemente al borde del colapso -Nigeria-. Sólo Arabia Saudí y sus aliados del Golfo -Kuwait y los Emiratos- son capaces de ejercer una política petrolera digna de tal nombre. De ahí la necesidad de atraer a Rusia.

Ése es el origen del desplome. Bin Salman propuso un recorte de la producción y Putin se negó. Moscú quiere un petróleo más barato, aunque eso le cueste, para hundir el fracking estadounidense. Los motivos no están claros. Algunos dicen que es una forma de 'guerra económica' a EEUU. Otros, que es sólo un mecanismo defensivo de Putin, que teme que el petróleo ruso acabe siendo desplazado del mercado mundial por el estadounidense. Y hay que tener en cuenta que para EEUU el petróleo es importante. Pero para Rusia es absolutamente vital. Por más que se presente como una superpotencia, el régimen de Vladimir Putin es como el de un país en vías de desarrollo: depende para sobrevivir de la exportación de materias primas. En este caso, petróleo y gas. Nadie compra ordenadores, coches, o software ruso.

La negativa rusa es lo que ha hecho que Arabia Saudí este vendiendo petróleo a descuento. Es una guerra entre dos kamikazes. Moscú y Riad están en una batalla contra el tiempo. La única estrategia aparente es, literalmente, esperar que la economía del rival sea destruida antes que la propia.

Claro que, en términos de petróleo barato, nadie gana a Arabia Saudí. Y, tampoco en su capacidad para bombear más. El reino de los Saud es el único país del mundo que tiene capacidad extra para producir petróleo. En la actualidad, bombea 9,7 millones de barriles. Pero, a finales de mes, cuando concluya el actual pacto de producción de la OPEP, la petrolera estatal saudí Armaco dice que puede llevar esa cifra a 12,3 millones. Eso puede ser demasiado incluso para Rusia.

Así pues, ¿quién va a aguantar más antes de ceder para evitar una suspensión de pagos o un colapso económico? No es la primera vez que Arabia Saudí lanza una guerra de precios a la baja. Lo hizo, con éxito, en 1986 y en 1999, cuando los demás países de la OPEP -en especial Venezuela- estaban exportando mucho más de lo que se habían comprometido a hacer. En ambos casos, el poder de los saudíes fue increíble. Hundieron el precio del barril, y liquidaron a la competencia. Pero en 2014 fracasaron cuando trataron de hacer lo mismo con el fracking de EEU, pese a que llevaron el barril a apenas 30 dólares.

Porque ésa es otra variable: ¿cuánto pueden aguantar los productores de crudo 'no convencional' - es decir, extraído por medio de fracking - sin hundirse? La industria confía en resistir todo 2020, debido al uso generalizado de mecanismos financieros de cobertura ante variaciones de los precios. Una cosa es que caigan algunas productoras de fracking y otra muy diferente que lo haga todo el sector. Es cierto que a 35 dólares el barril -o acaso menos- ni siquiera las 'major' -es decir, la holandesa Shell, las estadounidenses ExxonMobil y Chevron, la británica BP, y la francesa Total- pueden resistir sin recortar dividendo, lo que puede hundir su cotización en bolsa.

Claro que hay más factores que pueden alargar la guerra. Donald Trump, por ejemplo, es muy cercano a las empresas de fracking. Harold Hamm, uno de los mayores accionistas del gigante del sector Continental Resources, sonó como posible secretario de energía en 2016. El plan de rescate de la Casa Blanca para la economía de EEUU por el coronavirus podría incluso incluir una partida para ayudar a estas petroleras. Es algo políticamente muy arriesgado, porque ése es un sector muy impopular en EEUU. Pero el mero hecho de que se esté planteando indica que ésta guerra de precios puede ser muy larga.


19/03/2020 en EL MUNDO





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