lunes, 3 de agosto de 2020

Líbano: cerca del hambre y lejos de la revolución

En medio de la profunda crisis económica que sufre el país los libaneses están más preocupados por la necesidad de encontrar comida y pagar sus rentas que por la construcción de un nuevo proyecto político.

Manifestantes encaramados a la estatua de la Plaza de los martirios, Beirut INÉS GIL

Cucharas golpeando contra cazuelas de metal, el ruido de los platos apilándose. En el barrio de Achrafiye, en Beirut, unas quince personas se afanaban con la comida, equipados de gorros y delantales de cocina. La escena no se desarrolla entre bastidores de un restaurante. Los aspirantes a cocineros son voluntarios de la asociación Al-Achrafiye. Cada día, distribuyen comida a los más pobres del vecindario. En una esquina, Bassam, jubilado, llena bandejas con pastas: “Es una asociación pequeña, pero aún así distribuimos 200 comidas al día”. Cuando se creó en marzo, la estructura distribuía solo 50 comidas. Sin embargo, arrastrados por los torbellinos de la crisis, son cada vez más los libaneses que no pueden alimentarse.

Una voluntaria en la organización “Al-Achrafiye” llena bandejas con pastas INÉS GIL


HACIA LA HAMBRUNA

A las 12 y media, cada día es el mismo escenario para Mario y Tony, voluntarios en la asociación: el coche lleno de comida, van por todo el barrio para visitar a los que necesitan ayuda alimentaria. Las bandejas de pasta se balancean al ritmo de las curvas. El automóvil circula en los pequeños callejones que toman la forma de serpentinas empinadas. Ubicado en el este de Beirut, este distrito predominantemente cristiano, llamado Achrafiye (الاشرفية), fue construido en las alturas de la capital libanesa y forma hoy un barrio de casas coloridas.

Detrás de las paredes del encantador barrio, unas familias, cuyos estómagos sufren hambre, esperan la llegada de los voluntarios. Entre ellos, muchos mayores, aislados, con una pensión irrisoria y que ya no pueden beneficiarse de la solidaridad familiar en este período de crisis. Y cada vez más, familias de dos o tres hijos cuyo padre perdió su trabajo al comienzo de la crisis o durante el confinamiento. Según el Programa Mundial de Alimentos, el 50% de los libaneses ahora vive por debajo del umbral de pobreza. Sin ninguna red de seguridad estatal, muchas familias sin recursos financieros ya no pueden alimentarse.

Ante la emergencia, las distribuciones de alimentos van aumentando. La organización “Al-Achrafiye” se limita a escala de vecindario, pero ciertas estructuras se han extendido por todo el Líbano, lo que demuestra la crisis generalizada en el país. Eso es el caso del Rotary Club de Beirut. Su director, Hagop Dantziguian, afirma que la organización “ayuda a mil familias en todo el país y esta cifra aumenta exponencialmente cada mes.” Según él, ”la situación empeorará en los próximos meses. La sombra de la hambruna amenaza la población.“ En las últimas semanas, aumentó el número de suicidios relacionados con la incapacidad de sobrevivir económicamente. A principios de julio, un hombre se disparana en la cabeza, en Beirut, tras dejar junto a él una nota : “No soy un blasfemo, pero el hambre es blasfemia”.


EL RIESGO DE COLAPSO

¿Cómo ha llegado el país a esta situación? A principios de marzo, por primera vez en su historia, el Líbano entró en suspensión de pagos a causa de una deuda insostenible. El gobierno dirigido por Hassan Diab solicitó ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI). Desde entonces, el país está cayéndo cada día más en el pozo de la crisis.

De acuerdo con el economista libanés Hassan Moukalled, “hay que volver 30 años antes, a raíz de la guerra civil (1975-1990), para entender la crisis actual”. En ese momento, para reconstruir el país, “el Líbano establece un sistema monetario y desarrolla una economía no productiva”, señala el economista en conversación con El Salto. La pequeña Suiza de Medio Oriente [apodo del Líbano] se convierte en un campeón en asuntos financieros y en servicios. Pero el país de los cedros apenas produce. Debe importar casi el 80% de lo que consume, ampliando su déficit comercial a 15 mil millones de dólares en 2019. Con los años, la deuda pública crece hasta alcanzar el 170% y la inflación galopante hace aumentar los precios de más del 50%.

Para Hassan Moukalled, “el Líbano enfrenta un problema estructural. No saldrá de la crisis solo con la ayuda del FMI. Se necesitan reformas de gran envergadura”. Pero hasta hoy, el gobierno de Diab no ha anunciado ningún cambio ambicioso para salir del marasmo. Según Hassan Moukalled, los líderes libaneses desean sobre todo proteger sus privilegios: “los conflictos de intereses entre la clase política y el sector económico y bancario impiden cualquier esfuerzo de reforma”.

Ante la negligencia del estado, los servicios esenciales se están desmoronando día a día. En los hogares libaneses, los cortes de energía pueden durar hasta 12 horas al día. Incluso los generadores, sustitutos privados de la falta de electricidad pública, ya no funcionan correctamente. El Líbano ha caído literalmente en la oscuridad. En las calles, muchos semáforos están apagados. Además, en un país que depende de bienes extranjeros, la escasez de alimentos y combustible es recurrente.

La otra gran víctima de la crisis, algo que no es un buen augurio para el futuro del país, es la educación. Al comienzo del año escolar 2020-2021, muchos libaneses no podrán inscribir a sus hijos en las escuelas. El gobierno libanés advirtió que con el cierre de las escuelas privadas en quiebra, muchos niños van a recurrir al sistema público. Pero afirma que el estado es incapaz garantizar la educación pública para todos.

Un manifestante denuncia la conducta de la clase política, Beirut. INÉS GIL

Frente a la depresión económica y social, el profesor de ciencias políticas Zyad Majed es directo: “El país presenta riesgo de hundimiento”. En su opinión, “el Líbano se está acercando a un escenario similar al caso venezolano” con el empobrecimiento general de la población, la falta de recursos básicos y el uso de la violencia generalizada.


DESAPARICIÓN DE LA CLASE MEDIA

En el Líbano, solo unos pocos privilegiados se libran de la crisis. Si los más pobres se ven presionados, la clase media libanesa también se ve muy afectada. Una tendencia encarnada por el éxito del proyecto LibanTroc. Creada en diciembre de 2019, esta iniciativa conecta a los libaneses que ya no tienen el lujo de comprar ciertos bienes para intercambiar cualquiera cosa a la forma del trueque. Con más de 57,000 miembros (sobre una población de siete millones), el éxito es innegable. Según su fundador, Hala Dahrouge, LibanTroc está dirigido principalmente hacia la clase media que se empobrece : “Todos están afectados, y no solo las personas que eran ya muy pobres. Los que tienen dinero en el banco ni siquiera pueden retirarlo. LibanTroc está dirigido directamente a la clase media porque los más pobres ni siquiera tienen bienes para intercambiar."


LAS ESPERANZAS FRUSTRADAS DE LA REVOLUCIÓN

Este viernes, día tradicional de movilizaciones, centenares de libaneses se han reunido en la Plaza de los mártires, en el centro de Beirut. Representantes de la sociedad civil, políticos en busca de renovación, discursos que piden la caída del gobierno, se suceden frente a los manifestantes poco numerosos, pero determinados. Las banderas nacionales, rojas y blancas, adornadas con un pequeño cedro (el símbolo del país) se mecen en el aire.

En el fondo, se ve una estructura instalada hace varios meses por manifestantes : un puño de combate elevado, con las palabras “للوطن“ (por la patria) y ”ثورة“ (revolución) escritas. Entre los manifestantes, Noor, de 45 años, vestida con los colores del Líbano, sigue motivada a pesar de la situación económica: “Incluso si tenemos pocas esperanzas, sigo manifestando cada semana. No debemos dejar de lado la movilización”.

Una familia llega a la Plaza de los martirios. Detrás, se ve el puño instalado hace meses por manifestantes, Beirut INÉS GIL

Pero con solo un millar de manifestantes, la protesta de este viernes queda muy escasa frente a las movilizaciones que estallaron en octubre pasado en el Líbano, dando esperanzas de una segunda Primavera Árabe. En aquel momento, decenas de miles de libaneses salieron a las calles para exigir el fin del sistema confesional, el fin de la corrupción y más políticas públicas sociales en un país ultraliberal. Lograron la caída del gobierno de Saad Hariri. Pero desde entonces, el cansancio de los manifestantes ha extinguido la llama revolucionaria.

Además de la pérdida de esperanza debido a la falta de reformas y la crisis del coronavirus, el miedo se ha extendido a las calles: “la policía ha realizado arrestos arbitrarios y se han registrado casos de tortura”, según el Director del Centro Libanés para los derechos humanos, Fadel Fakih. A esto se añade la espiral infernal de la crisis económica en las últimas semanas. Los libaneses ahora están más preocupados por la necesidad de encontrar comida y pagar sus rentas que por la construcción de un nuevo proyecto político.


EL LÍBANO EN EL ESTANCAMIENTO

Desde esta primavera, el primer ministro libanés Hassan Diab ha intensificado los llamamientos de asistencia a la comunidad internacional y en particular al FMI. Pero en el gobierno, la solicitud divide. En particular debido a la reticencia del poderoso Hezbolá, que percibe el FMI como una emanación de los Estados Unidos. Sin mencionar que los donantes internacionales están reacios a apoyar a un país que no ha emprendido ninguna reforma básica y que no está listo para luchar contra la corrupción endémica.

De vuelta en la parte cristiana de Beirut, con los voluntarios de Al-Achrafiye. Mario se para en la Plaza Sassine, el corazón palpitante del barrio, de donde surge con orgullo una majestuosa bandera del Líbano. Entre las incesantes idas y venidas de coches, un hombrecito está sentado en el suelo. Una imagen muy rara en las sociedades árabes, él ya no tiene casa: “Hay dos personas sin domicilio fijo en la plaza” explica Tony, agarrando la bandeja de pasta para llevársela al anciano. “Marwan es uno de ellos.” En el coche, Mario observa la escena: “Cuando una familia lo necesita, puede venir a vernos. Es el lado positivo de organizar la distribución en un solo barrio.“ Baja la cabeza, desilusionado: ”Pero quién sabe... tal vez también tendremos que extender nuestras acciones a otros barrios, porque la crisis empeora cada día”.


26/07/2020 en EL SALTO




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