lunes, 26 de mayo de 2025

Irving Gatell/ De cómo Inglaterra, Francia y Canadá fastidiaron a Hamás


Hay gente que no entiende, y parece que Starmer, Macron y Carney están haciendo todos los esfuerzos necesarios para integrarse a tan distinguido club. Para muestras, un botón: su obsesión anti-israelí probablemente vaya a significar el colapso de Hamas.

Lo volvieron a hacer, fieles a sus impulsos antisemitas cada vez menos disimulados: Carney (Primer Ministro de Canadá), Starmer (lo mismo, pero de Inglaterra) y Macron (presidente de Francia) volvieron a cargar contra Israel, volvieron exigir el premio —un estado propio— para los agresores palestinos, y volvieron a hacerse los muy dignos cuando la realidad es que si algo no tienen es autoridad moral para opinar de estos temas.

Sus comentarios no pasaron desapercibidos, y muy probablemente vayan a causar una desgracia para Hamas.

¿Cuál ha sido el peor error de cálculo cometido por el grupo terrorista palestino durante toda esta guerra?

Apostar a que la comunidad internacional va a detener a Israel y a obligarlo a replegarse.

Esa es la única razón por la cual, pese a la debacle estrambótica sufrida en el campo de batalla, Hamas no se rinde y conserva la esperanza en que va a sobrevivir.

¿Cómo? Pretendiendo que el mundo siga su guión y forcen tres situaciones: una, el retiro total de Israel con el compromiso de no volver a atacar (se llegó a hablar de una tregua de cinco años, tiempo suficiente para el plan de Hamas); dos, la entrada de ayuda humanitaria masiva, incluido dinero (con el que Hamas se refinanciaría); y tres, la renuncia a cualquier intento de que los líderes de Hamas se vean obligados a abandonar Gaza.

En ese panorama, Hamas podría conservar el poder, quedaría protegido de cualquier ataque israelí, empezaría a recomponerse en todo sentido —sobre todo, el económico—, y se prepararía para la siguiente guerra.

Israel lo sabe, y por ello apuesta en sentido contrario: continuar con el actual operativo “Carruajes de Gideón” (el más agresivo que haya desplegado en Gaza) y aplastar a Hamas, hasta que los líderes que sobrevivan no tengan más remedio que rendirse y aceptar el exilio y la liberación de los rehenes.

La diferencia entre una cosa y la otra es, por supuesto, la comunidad internacional.

¿Podría esta obligar a Israel a aceptar las cláusulas que tanto desea Hamas?

Muy difícilmente. Todo cambió con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos. Sin la protección que le daba clandestinamente la administración Biden, Hamas ya no tiene manera de obligar indirectamente a Israel a ponerle fin a sus ataques.

Por eso es que Hamas se estaba doblando. Si aceptó liberar a un rehén israelí-estadounidense sin pedir nada a cambio, fue porque las circunstancias los habían superado. Con ese gesto, Hamas esperaba una mejor disposición estadounidense para ponerle frenos a Israel.

Ocurrió todo lo contrario: al día siguiente de la liberación de Idan Alexander, Israel realizó un bombardeo quirúrgico y eliminó a casi toda la plana mayor de la dirigencia de Hamas, incluidos Muhamad Sinwar y Muhamad Shabana. Literalmente, descabezó al grupo.

Si se hubiese seguido por esa ruta, los líderes sobrevivientes de Hamas habrían estado en mejor disposición de aceptar una negociación en la que ellos no habrían puesto más condiciones irracionales.

Pero entonces aparecieron Carney, Starmer y Macron. Y aparecieron justo en ese momento porque, en su precaria percepción de las cosas, quieren evitar el colapso definitivo de Hamas, mismo que ahora sí que se ve a la vuelta de la esquina.

Por eso lanzaron su cruzada contra Israel.

Cruzada inútil, por cierto, e Israel lo sabe. Contando con el apoyo explícito de los Estados Unidos —que no hizo ningún reclamo por la eliminación de Sinwar II y Shabana—, y el beneplácito de los países árabes —que no han movido un dedo a favor de Hamas—, en Jerusalén saben que los posicionamientos de Ottawa, Londres y París son totalmente irrelevantes. Pueden prescindir de esos apoyos, ya que por lo menos los gobiernos de Francia e Inglaterra tienen más motivos de preocupación en Ucrania, que en Medio Oriente.

Hay que señalar que esta iniciativa franco-británica-canadiense llegó en el peor momento posible.

Justo cuando está al borde del colapso, Hamas sintió que era la señal que estaba esperando; reactivó sus insanas esperanzas de que Israel sea detenido, y volvió a asumir una postura intransigente en las negociaciones. Por el momento, el diálogo con Israel está suspendido, y eso sólo se traduce en que los ataques israelíes siguen adelante, y cada vez con mayor intensidad.

Cuando menos necesitaba Hamas que sus amigos europeos y canadienses interfirieran con una imprudencia, lo hicieron.

Ahora Hamas sigue en pie de guerra, no hay manera de que Francia, Inglaterra y Canadá detengan a Israel, y esta guerra se perfila hacia su etapa final.

Los líderes de Hamas que hayan sobrevivido, eventualmente, tendrán que aceptar la oferta del exilio, y con ello comenzará la verdadera restructuración del Medio Oriente. Trump ya hizo la mayor parte de su misión al reforzar los arreglos comerciales con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, pero también al atraer a la órbita de los Acuerdos de Abraham a Siria, Líbano, Azerbaján y Armenia. Incluso Qatar está en vías de someterse a relaciones internacionales civilizadas y contrarias a su tradicional política de apoyo al terrorismo.

Hamas se ha quedado solo.

Bueno, tienen a Canadá, Inglaterra y Francia (y España, de paso). Pero su ayuda es inútil, y sus líderes políticos últimamente se especializan en inoportunas insensateces.

Como se diría en el tradicional juego del parkase o parchís: no me ayudes, compadre.

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22/05/2025 en ENLACE JUDIO





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