MITO:
«Los judíos que vivían en países islámicos fueron bien tratados por los árabes».
«Los judíos que vivían en países islámicos fueron bien tratados por los árabes».
REALIDAD:
Si bien a las comunidades judías en los países islámicos les fue mejor en líneas generales que a las que vivían en tierras cristianas de Europa, los judíos no fueron ajenos a persecuciones ni humillaciones entre los árabes.
Como Bernard Lewis, historiador de la Universidad de Princeton, ha escrito:
«la edad de oro de la igualdad de derechos fue un mito, y la creencia en ella fue un resultado, más que una causa, de la simpatía de los judíos por el Islam».
Mahoma, el fundador del Islam, viajó a Medina en el 622 de N.E. para atraer seguidores a su nueva fe. Cuando los judíos de Medina rehusaron reconocer a Mahoma como su profeta, dos de las principales tribus judías fueron expulsadas; en el 627, los seguidores de Mahoma mataron entre 600 y 900 de los hombres, y se dividieron a las mujeres y los niños judíos sobrevivientes entre sí».
La actitud de los musulmanes hacia los judíos se refleja en varios versículos del Corán, el libro sagrado de la fe islámica. «Ellos [los hijos de Israel] fueron condenados a la humillación y la desgracia, y esto fue así porque acostumbraban a negar las señales de Dios y a matar a sus profetas injustamente y porque desobedecieron y fueron transgresores» (Sura 2:61). Según el Corán, los judíos intentan introducir la corrupción (5:64), siempre han sido desobedientes (5:78), y son enemigos de Alá, el Profeta y los ángeles (2:97-98).
Los judíos siempre fueron vistos con desdén por sus vecinos musulmanes; la coexistencia pacífica entre los dos grupos conllevaba la subordinación y degradación de los judíos. En el siglo noveno, el califa de Bagdad Al-Mutawajil ordenó que los judíos llevaran un distintivo amarillo, sentando un precedente que sería seguido siglos después en la Alemania nazi.
En diversas épocas, los judíos en tierras musulmanas vivieron en relativa paz y prosperaron cultural y económicamente. No obstante, su posición nunca fue segura, y los cambios en el clima político o social con frecuencia conducían a la persecución, la violencia y la muerte.
Cuando se percibía que los judíos habían logrado una posición demasiado cómoda en la sociedad islámica, afloraba el antisemitismo, a veces con resultados devastadores. El 30 de diciembre del 1066, Joseph HaNagid, el visir judío de Granada, España, fue crucificado por una turba árabe que procedía a arrasar el barrio judío de la ciudad y que asesinó a 5.000 habitantes.
El motín fue incitado por los predicadores musulmanes que objetaban furiosamente lo que veían como un desordenado poder político de los judíos.
Del mismo modo, en 1465, las turbas árabes en Fez masacraron a miles de judíos, dejando solamente a 11 vivos, luego que un judío delegado del visir tratara a una mujer musulmana de «una manera ofensiva». Los asesinatos desataron una oleada de masacres semejante a través de Marruecos.
Otros asesinatos en masa de judíos en tierras árabes ocurrieron en Marruecos en el siglo VIII, donde comunidades enteras fueron barridas por órdenes del rey musulmán Idris I; en Noráfrica en el siglo XII, donde los almogávares o bien convirtieron forzosamente o bien diezmaron a comunidades enteras; en Libia, en 1785, donde el baja Alí Burzi asesinó a centenares de judíos´; en Argel, donde hubo masacres de judíos en 1805, 1815 y 1830; y en Marrakesh, Marruecos, donde más de 300 judíos fueron asesinados entre 1864 y 1880.
Decretos que ordenaban la destrucción de sinagogas fueron puestos en vigor en Egipto y Siria (1014, 1293-4, 1301-2), en Irak (854-859, 1344) y en Yemen (1676). Pese a la prohibición del Corán, los judíos fueron obligados a convertirse al Islam o enfrentar la muerte en Yemen (1165 y 1678), Marruecos (1275, 1465, 1790-92) y en Bagdad (1333 y 1344).
La situación de los judíos en las tierras árabes alcanzó su punto más bajo en el siglo XIX. Los judíos en la mayor parte del norte de África (incluidos Argelia, Tunicia, Libia y Marruecos) fueron obligados a vivir en guetos. En Marruecos, que tenía la mayor comunidad judía en la diáspora islámica, los judíos debían caminar descubiertos o llevar zapatos de paja cuando salían del gueto. Incluso los niños musulmanes participaban en la degradación de los judíos, arrojándoles piedras o acosándoles de otras maneras. La frecuencia de la violencia antijudía aumentó, y muchos judíos fueron ejecutados acusados de apostasía. Las acusaciones de asesinatos rituales contra los judíos se convirtieron en un lugar común en el Imperio Otomano.
Como lo ha escrito el distinguido orientalista G.E. von Grunebaum:
No sería difícil juntar los nombres de un número considerable de súbditos o ciudadanos judíos de la región islámica que hayan alcanzado un alto rango, o poder o una gran influencia económica, o una significativa y reconocida posición intelectual; y lo mismo podría decirse de los cristianos. Pero de nuevo no sería difícil compilar una larga lista de persecuciones, confiscaciones arbitrarias, intentos de conversión a la fuerza o pogromos.
El peligro para los judíos se fue haciendo mayor según se acercaba una prueba definitiva en las NU. El delegado sirio, Faris el-Khourí, advertía: «a menos que el problema de Palestina se arregle, tendremos dificultades en proteger y salvaguardar a los judíos en el mundo árabe».
Más de mil judíos fueron muertos en motines antijudíos durante los años 40 en Irak, Libia, Egipto, Siria y Yemen. Esto ayudó a detonar el éxodo masivo de judíos de los países árabes.
Fuente:
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
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