MITO:
«Como “Pueblo del Libro”, los judíos y los cristianos están protegidos bajo la ley islámica».
«Como “Pueblo del Libro”, los judíos y los cristianos están protegidos bajo la ley islámica».
REALIDAD:
Este argumento se arraiga en el concepto tradicional de la «dhimma» («ley de protección»), que fue extendida por los conquistadores musulmanes a cristianos y judíos a cambio de su subordinación a los musulmanes. Sin embargo, como Jacques Ellul, un francés considerado una autoridad en la materia, ha señalado: «uno debe preguntarse: “¿proteger de quiénes?” Si ese “extranjero” vive en países islámicos, la respuesta sólo puede ser: de los musulmanes mismos».
La gente sometida a la ley musulmana usualmente tenía que elegir entre la muerte y la conversión, pero a los judíos y a los cristianos, que se adherían a las Escrituras, les solían permitir, como dhiminis (personas protegidas), practicar su fe. Esta «protección» hizo poco, sin embargo, para garantizar que judíos y cristianos fueran bien tratados por los musulmanes. Por el contrario, un aspecto integral de la dhimma era que el infiel, por su condición de tal, tenía que reconocer abiertamente la superioridad del verdadero creyente: el musulmán.
En los primeros años de la conquista islámica, el «tributo» (o jizya), que se pagaba anualmente como un impuesto personal, simbolizaba la subordinación del dhimmi.
Posteriormente, la condición inferior de judíos y cristianos fue reforzada a través de una serie de regulaciones que regían la conducta de los dhimmis.
Éstos, bajo pena de muerte, tenían prohibido mofarse o criticar el Corán, el Islam o a Mahoma, hacer prosélitos entre los musulmanes, o tocar a una mujer musulmana (aunque un hombre musulmán podía tomar a una no musulmana como esposa).
Los dhimmis estaban excluidos de cargos públicos y del servicio militar, y tenían prohibición de portar armas. No se les permitía montar caballos o camellos, construir sinagogas o iglesias más altas que las mezquitas o beber vino en público. Estaban obligados a llevar una ropa distintiva y no se les permitía orar o hacer duelo en alta voz —ya que podría ofender a los musulmanes. Los dhimmis también tenían que mostrar una deferencia pública hacia los musulmanes, por ejemplo, cediéndoles siempre el centro del camino. A los dhimmis no le estaba permitido presentar pruebas ante un tribunal contra un musulmán, y su juramento era inaceptable en un tribunal islámico. Para defenderse el dhimmi tendría que comprar a testigos musulmanes a gran costo. Esto dejaba al dhimmi con pocos recursos legales cuando era perjudicado por un musulmán.
A la llegada del siglo XX, la condición del dhimmi en las tierras musulmanas no había mejorado significativamente. H.E.W. Young, vicecónsul británico en Moscú, escribió en 1909:
La actitud de los musulmanes hacia los cristianos y los judíos es la de un amo hacia los esclavos, a quienes trata con una cierta tolerancia señorial en tanto mantengan su lugar. Cualquier signo de pretensión de igualdad es prontamente reprimido.
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
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