Joseph Hodara
La reciente suspensión del servicio ferroviario en Israel, ordenado arbitrariamente por Netanyahu a fin de complacer a los partidos religiosos, invita a esbozar escenarios en los que estas agrupaciones actúan y obtienen por fin el anhelado monopolio del poder. Así, al imaginar este radical viraje en la estructura política nacional será pertinente preguntar: ¿cómo y en qué medida cambiará en la nueva coyuntura la fisonomía del país?; ¿qué posturas adoptarán estas agrupaciones respecto a la diáspora judía y en el escenario internacional?; y, en fin, ¿acelerará el triunfo de la ortodoxia la anhelada irrupción del Mesías y la consiguiente paz irreversible en Israel y en el mundo?
Señalo desde el inicio: el propósito de los siguientes escenarios no implica una radical oposición a los partidos religiosos- y en particular, la ortodoxia antisionista- que hoy en Israel se sustentan en grupos social e étnicamente diferentes, aunque todos ellos coinciden en auspiciar y negociar un lugar dominante en la cultura y economía del país. Juzgo que en las presentes circunstancias, estas agrupaciones ingresan a o desertan de coaliciones gubernamentales sopesando cuidadosamente la aceptación o el rechazo de los valores e intereses que los presiden. Pero si suponemos que en algún futuro momento y gracias a un mayoritario voto estos partidos aciertan en convertirse en el factor determinante de la fisonomía nacional, ¿cuál será entonces el perfil de Israel y cuáles sus resultados? Insinuaré algunos de ellos; supongo que el lector podrá añadir o imaginar otras posibilidades.
En términos políticos, es previsible que el poder hegemónico de la ortodoxia religiosa implicará en este escenario el franco repudio al régimen democrático. Desde Montesquieu, Rousseau y Locke este sistema se sustenta en dos principios: primero, sólo el pueblo soberano – que no instancia trascendente o divina alguna – es la fuente de la autoridad y a través de la libre elección ciudadana se escoge a los gobernantes; y segundo, la estricta separación entre poderes (ejecutivo, legislativo, judicial) que implica la neutralización de la supremacía de uno sobre los otros. Dos directrices que desde el siglo XVIII europeo objetan radicalmente la naturaleza trascendente y excluyente del poder que fue favorecida durante siglos por la teología cristiana y judía. Naturalmente, el nuevo régimen en Israel no tendrá necesidad de abolir ninguna Carta constitucional pues ésta nunca ha llegado a escribirse; sin oposición significativa, se contentará con apropiarse de los poderes con la tutela rabínica ortodoxa.
En términos económicos tendrá lugar la instalación de un régimen en el que la mujer asumirá gran parte de las tareas productivas a fin de facilitar al actor masculino su entrega al estudio y a la interpretación de los textos sagrados. En estas condiciones, el desarrollo industrial y tecnológico del país – y el bullicio urbano de Tel Aviv y de otras ciudades – será sustancialmente frenado, o bien deberá ajustarse a una nueva constelación y estructuras en el mercado laboral con el soporte de empresarios y técnicos dispuestos a servir como obedientes goyim shel shabat.
En términos científicos y académicos, el número y la orientación de las universidades en Israel se verán radicalmente corregidos. Bastará sólo un núcleo de estudios superiores debidamente orientado por las luces del Rabinato. Docentes e investigadores formados en el régimen anterior deberán escoger una de dos opciones: la identificación con los enunciados talmúdicos ortodoxos o el abandono del país. Por supuesto, asignaturas como filosofía, historia y física podrán difundirse y crecer en la medida en que la fe en Dios gravita en estas disciplinas como un principio irrenunciable. Cabe anticipar, sin embargo, que incidentes como lo que pusieron en conflicto a Galileo enfrentado al Vaticano también se conocerán en este nuevo régimen.
En cuanto a los medios masivos de comunicación, todos deberán ajustarse a las normas religiosas y éticas establecidas por el nuevo poder. Programas televisivos que hoy difunden tramas y personajes adversos a ellas serán cancelados, y en cualquier caso no podrán alterar el obligado descanso sabático. El canal 20 es hoy un ejemplo razonable; animado por el nuevo poder y con algunas rectificaciones, habrá de desalojar a los demás.
Y al caer semanalmente el viernes, todos los automóviles – y no sólo el transporte público – deberán aceptar la absoluta inmovilidad; sólo turistas y no judíos podrán tostarse en las playas si se exhiben correctamente y sin promover inferiores instintos. Además, servicios indispensables – como electricidad, hospitales, bomberos – serán ofrecidos en esta santa jornada por no judíos habitantes del país o por trabajadores contratados en el extranjero.
Respecto a la diáspora, el nuevo poder asumirá enérgicas actitudes. Los judíos que hoy adhieren a modalidades reformistas tendrán dos opciones: renunciar a ellas o abandonar cualquier pretensión de pertenecer al pueblo que el nuevo liderazgo en Sión representa. Por otro lado, respecto a los judíos hoy animados por principios laicos se procederá a un masivo esfuerzo a fin de reorientarlos a la sinagoga con la lúcida supervisión rabínica.
Y en fin, en relación a los factores regionales (árabes y musulmanes) que hoy hostilizan al país, el nuevo y hegemónico liderazgo contemplará varias posibilidades. La primera: contratar los servicios de militares y soldados extranjeros que, a cambio de una razonable remuneración, serán aceptados por algún tiempo en Israel – de momento, éste es el actual nombre del país que deberá reconsiderarse – como instrumentos de la defensa y de la expansión territorial del país. Otra: el reajuste de la población judía-israelí a las condiciones que dominaban en los guettos de modo que la responsabilidad por la defensa nacional es cedida a algún poder goy resueltamente sensible a las aspiraciones de esta población.
El contenido de estos escenarios – un ejercicio útil y difundido en mi quehacer académico como puede corroborar el lector en mi sitio indicado- revela que a los partidos religiosos-ortodoxos en Israel les conviene obtener logros tácticos y limitados, pues una victoria contundente implicará no sólo el colapso de las estructuras que hoy los sostienen y legitiman; habrá de obligarlos a enfrentar situaciones internas e internacionales para los cuales no tienen capacidad alguna. Por propia mano destruirán lo que hoy dicen preservar.
En otras palabras, estas agrupaciones sólo buscan logros de discreto alcance; éxitos de amplia cobertura los conducirán a dilemas que son ineptos en resolver. Paradoja que lleva a suponer que muy pronto- por ésta y otras circunstancias- se renovarán los servicios del ferrocarril en los espacios y tiempos ya concertados.
05/09/206 en AURORA DIGITAL.
No hay comentarios:
Publicar un comentario