Cuando se multiplican los escándalos en torno al primer ministro, Biniamín Netanyahu, miembros de su partido, el Likud, empiezan a ver probable que no pueda seguir en el cargo, pero no hay un candidato claro para reemplazarlo, ni en su partido ni fuera de él.
El líder laborista Avi Gabbay envió una carta a sus diputados pidiéndoles que se preparen para posibles elecciones anticipadas y el parlamentario del Likud Oren Hazan instó al jefe del Gobierno a declararse incapacitado y pedir al Gabinete que elija a un miembro del partido para sustituirle.
La recomendación policial de que se le acuse en dos casos de corrupción fue respondida por los miembros de la coalición anunciando que no le abandonarán mientras no sea imputado, pero las detenciones de esta semana y la colaboración como testigo en el caso Bezeq de un cercano asociado han estrechado el cerco en torno a Netanyahu y hecho más difícil que aguante en el cargo.
“Los últimos días”, “Puede ya empezar a hacer las maletas” o “Su tiempo se ha agotado” son algunos de los titulares publicados en los principales diarios.
No obstante, podrían pasar meses antes de que abandone el puesto ya que la ley no le obliga a dimitir, ni imputado, y tampoco le impide volver a presentarse.
“Reemplazar a Netanyahu se ha hecho cada vez más difícil por su bloqueo deliberado y sistemático del avance de cualquier potencial candidato al liderazgo dentro del Likud”, aseguraba en el Jerusalem Post la periodista Susan Hatis.
El analista Ilan Jonas coincide y asegura que el apodado Bibi “no tiene un claro heredero y esto no es casualidad: cortó las cabezas de todo posible sucesor” para llegar al punto actual “en el que muchos políticos y votantes dudan en echarle por falta de un candidato claro”.
Quién sea el próximo jefe del Gobierno depende de si se convocan nuevas elecciones o Netanyahu se retira.
“En esta Knéset solo tres miembros del Likud tienen posibilidades: el ministro de Transportes Ysrael Katz, el presidente del Parlamento Yuli Edelstein, y, mucho más atrás, el ministro de Seguridad Pública, Gilad Erdan”, opina Jonas.
Ninguno de ellos se perfila como favorito.
“En el Likud hay personas prominentes, como (la ministra de Cultura) Miri Reguev, Gilad Erdan, (el titular de Turismo) Yariv Lavin o Yisrael Katz, pero es difícil ver que los votantes prefieran claramente a alguno” asegura la experta en opinión pública Dahlia Scheindlin.
“Todos ellos tienen opciones, pero sus números son muy similares, ninguno destaca”, explica.
Una posibilidad sería un regreso del ex ministro y ex miembro del Likud Gideon Saar, muy popular, pero que abandonó la política.
“Los militantes harán sus cuentas de quién les traerá más escaños. Katz es muy fuerte dentro del partido, pero si se hace un sondeo de población se verá que traería menos votos que Saar o Edelstein”, opina el periodista y ex asesor de Netanyahu Aviv Bushinksy, que está convencido de que este “solo se irá si le echan”.
“Edelstein se ha hecho muy fuerte. El problema de Saar es que podrían hacerle una campaña sucia porque tiene un pasado no tan claro con mujeres, relaciones quizás no muy saludables, y puede que una campaña así le saque de la carrera política. Si no se le presenta este problema, puede ganar y traer muchos escaños al Likud”, afirma.
Si se convocasen nuevos comicios, todas las encuestas indican que el Likud sería el partido más votado.
“El Likud es muy fuerte, podrá perder escaños sin Bibi, pero no muchos, 2, 3 o 4, podría ganar” y formar gobierno, valora Scheindlin.
Tras el Likud, el partido que tiene más posibilidades es el centrista Yesh Atid, liderado por el ex periodista Yair Lapid, “el único que consistentemente en las encuestas desde 2015 gana en intención de voto”, dice la analista.
Para ella, si ganase, crearía una alianza de centro derecha y no de centro izquierda, porque “los números no cuadran”.
El actual titular de Educación y líder del partido religioso nacional Habait Haiehudí (Hogar Judío), Naftali Bennett, intentaría también formar una plataforma que apele a votantes fuera de su fuero habitual, pero con pocas posibilidades de ser primer ministro, como tampoco las tiene apenas el laborista Gabbay.
Bushinksy cree que Lapid “podría desvelar a una figura relevante en su partido, tal vez (el ex jefe del Estado Mayor) Gabi Ashkenazi o Beni Gantz, estrellas emergentes que harían que la fiesta sea más divertida y traerían a Lapid el fundamento militar del que carece” y, sobre todo, votos.
24/02/2018 en DIARIO JUDIO
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