Durante años, los políticos griegos se acercaron a Israel con la esperanza de recibir un apoyo activo contra Turquía en el Mediterráneo oriental. Si bien las acciones turcas actuales en el area exponen esta esperanza como una ilusión, también ofrecen una oportunidad para que Grecia comprenda mejor a Israel y enmarque la asociación bilateral (a menudo trilateral, con la participación de Chipre) en consecuencia. En lugar de cultivar ilusiones, Atenas necesita aclarar lo que espera de Jerusalén y participar en un diálogo sincero sobre todos los temas de interés común. Este es el caso, en particular, en vista del advenimiento de una nueva administración estadounidense.
Los últimos cuatro meses han sido edificantes para la asociación greco-israelí. La falta de una alianza militar entre los dos países (y Chipre) ha sido evidente durante la crisis actual en el Mediterráneo Oriental y muestra las limitaciones del prometedor plan de cooperación de las partes. Los políticos griegos pertenecientes tanto a SYRIZA como al partido Nueva Democracia que ahora gobierna basaron su política exterior hacia Israel en la ilusión de que Jerusalén apoyaría a Atenas o que la asociación greco-israelí actuaría en sí misma como un escudo contra las ambiciones turcas en la región, pero el gobierno israelí nunca ha expresado ningún interés en participar activamente en las disputas entre Grecia y Turquía. Sin embargo, muestra su solidaridad diplomática con Grecia tanto como puede.
Grecia no interpreta a Israel correctamente. Si bien a veces se muestra a Israel en el discurso público griego como un modelo a replicar, no está claro qué podría implicar. Grecia no se enfrenta a problemas como los que afronta Israel; tampoco está bajo la amenaza constante de estados y actores no estatales que trabajan por su destrucción. Israel posee una cultura estratégica y militar completamente diferente que no puede ser aplicada en Grecia ni seria aceptada por el público. Incluso el aumento del servicio militar de nueve a 12 meses fue una decisión difícil para los políticos griegos.
No hay duda de que Turquía está amenazando a Grecia y continuará haciéndolo mientras Grecia continúe exponiendo el acoso turco en sus conversaciones con Estados Unidos y la UE. La situación se ha visto agravada por las exploraciones del buque turco Oruc Reis, que ha realizado investigaciones en zonas marítimas que aún no han sido delimitadas. Sin justificar el comportamiento de Turquía, esto (cínicamente) significa que tarde o temprano tendrán que comenzar las negociaciones bilaterales sobre este tema. Israel y el Líbano, por ejemplo, han entablado diálogos para resolver su disputa fronteriza marítima a pesar de otros problemas graves.
El elemento sumamente inquietante en el Mediterráneo oriental es que los conflictos van más allá de las disputas de zonas marítimas. Después de la elección de Ersin Tatar en el norte de Chipre, Ankara comenzó a perseguir una nueva agenda para la creación de dos estados en la isla. Esta dinámica aún no ha sido suficientemente evaluada por los analistas occidentales que insisten en la necesidad de una federación bizonal y bicomunal bajo el paraguas de la ONU.
¿Adónde estamos ahora? Grecia, Israel y Chipre están intensificando sus contactos de alto nivel. El 27 de octubre de 2020 tuvo lugar en la capital griega una reunión trilateral de los ministros de Relaciones Exteriores Dendias, Ashkenazi y Christodoulides. Ashkenazi elogió la cooperación regional como un «componente estratégico central para garantizar la paz, la estabilidad y la prosperidad económica». También se celebró una reunión trilateral en Nicosia el 13 de noviembre entre los ministros de Defensa Panagiotopoulos, Gantz y Petrides. Gantz dijo que los tres acordaron promover la cooperación industrial a gran escala que reforzará las capacidades de defensa y creará miles de empleos para las tres economías.
Será beneficioso para Grecia, en particular, aprovechar su cooperación con Israel, pero abordarla desde una perspectiva realista después de un largo período de confiar en las ilusiones. La perspectiva de la presidencia de Biden es vista de manera muy diferente por los dos socios. Mientras Atenas está analizando de cerca sus implicaciones para las relaciones greco-turcas, Israel está evaluando ampliamente los cambios potenciales para el paisaje del Mediterráneo Oriental y Medio Oriente.
Atenas debe comprender que la política exterior de la nueva administración estadounidense no estará determinada por las relaciones greco-turcas. Esas relaciones probablemente se colocarán en una canasta de cuestiones críticas entre las que Israel se destacará. En una entrevista con el Jerusalem Post en 2018, la probable secretaria de defensa de Biden, Michèle Flournoy, criticó al presidente Trump por abandonar Siria al régimen de Bashar Assad e Irán. En la misma onda, la exasesora de seguridad nacional del presidente Obama, Susan Rice, consideró la decisión de Trump de retirar las tropas estadounidenses de Siria como una «locura». Una reconsideración de la estrategia estadounidense en Siria en coordinación con Israel, Rusia y Turquía tendrá ramificaciones para toda la región.
Además, el secretario de Estado designado por Joe Biden, Tony Blinken, quien respaldó el impulso de la administración Trump para que los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán abran relaciones diplomáticas formales con Israel, no ignora la cuestión israelo-palestina. Al contrario: cree en una solución de dos Estados. La vicepresidenta electa Kamala Harris, por su parte, ha prometido restaurar la ayuda a los palestinos y renovar los lazos. Al jurar proteger a los palestinos, el presidente de Turquía, Erdogan, podría posiblemente encontrar una oportunidad para mejorar el papel regional de su país. El propio Blinken dijo en un debate de Hudson en julio pasado que una administración de Biden trabajaría para «encontrar una manera de tener una relación más productiva y positiva con Turquía».
Aunque Grecia no interfiere con el pensamiento estratégico de Israel, puede consultar con él sobre si un compromiso (bajo las condiciones acordadas) o una exclusión de Turquía serviría mejor a sus intereses conjuntos bajo la presidencia de Biden. Posteriormente, podrían coordinar sus acciones no solo en el vecindario inmediato sino también en los EE. UU. Esta diplomacia no tiene por qué realizarse necesariamente bajo la atención de los medios. Grecia e Israel (y Chipre) pueden promover aún más su amistad y profundizar su relación estratégica. No hace falta decir que nuevas iniciativas como la organización de conferencias económicas con la participación de los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, así como el Grupo de Gestión de COVID-19, solo facilitan el proceso de creación de sinergias integrales.
***El Dr. George N. Tzogopoulos es investigador asociado de BESA y profesor en el Instituto Europeo de Niza y en la Universidad Democritus de Tracia.
Traducido para Porisrael.org por Esther Sterental
17/12/2020 en POR ISRAEL
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