Aún no se ha cumplido el plazo límite del 29 de abril; sin embargo, se puede decir con confianza que la iniciativa del secretario de Estado, John Kerry, para revivir el "proceso de paz" entre israelíes y palestinos ha llegado a su destino final: el fracaso.
El fracaso de esta iniciativa era evidente desde un principio. Para todos, excepto, al parecer, para el propio Kerry. Esta realidad coloreaba todo el procedimiento con algunos elementos de farsa.
A estas alturas, debería ser realmente obvio para cualquier observador serio que no hay ninguna posibilidad de que el proceso de negociación israelí-palestino genere una paz integral entre ambas partes.
Existen dos razones principales para eso. Una de ellos es de larga data, la otra constituye un desarrollo de esta última década.
La primera razón es porque el movimiento Fatah, encabezado por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, simplemente no está interesado en cambiar su objetivo histórico de revertir el veredicto de 1948, para, en cambio, establecer un pequeño Estado palestino en Cisjordania.
Esa es la razón por la cual ha rechazado todas las propuestas concretas para poner fin al conflicto - desde la oferta de Clinton en el año 2000, siguiendo con el plan del entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert, en 2008, hasta la reciente negativa de Abbas a declarar que cualquier acuerdo alcanzado marcaría el fin del conflicto y pondría punto final a nuevos reclamos por parte de los palestinos.
El volumen de la evidencia que apoya esta formulación es tan grande, que es verdaderamente sorprendente que aún se deba señalar este punto.
Pero, al parecer, las ilusiones nunca mueren.
Así que una vez más con algo de pathos. El movimiento Fatah considera inimaginable la aceptación de cualquier soberanía, que no sea árabe musulmana, al oeste del río Jordán. Por lo tanto, nunca firmará un acuerdo que incluya la aceptación de dicha soberanía. Siempre encontrará alguna razón para no aceptarla, ya sea por razones tácticas, cuando sea necesario fingir que el problema está en los detalles precisos del acuerdo.
En cuanto a por qué Fatah se aferra a esta posición. En el nivel más superficial, la principal corriente nacionalista palestina considera que la “imposición” de la soberanía judía sobre parte del antiguo Mandato Británico de Palestina (no de la “Palestina histórica”, una entidad que nunca existió) constituye un crimen tan horroroso y de tal magnitud que nunca puede ser aceptado.
En un nivel más profundo, este inusual rechazo a un compromiso con la realidad deviene de las raíces islámicas del movimiento (el propio nombre de "Fatah" deriva de un término coránico que significa "conquista islámica"), que hacen que sea inimaginable que la tierra que alguna vez fue poseída por los musulmanes o árabes pueda aceptarse su traspaso a otra soberanía. Este proceso es experimentado como especialmente humillante cuando la otra soberanía en cuestión es la de un pueblo tradicionalmente despreciado, los judíos, en vez de algún imperio extranjero poderoso.
A esta altura, tan obvia. El segundo motivo - un desarrollo más reciente -, sin embargo, merece una mayor atención.
El proceso de paz israelí-palestino tampoco tiene alguna posibilidad de éxito porque no existe un interlocutor palestino árabe autorizado para las conversaciones. ¿Por qué no?
La razón primera y obvia de esto es porque ya no hay un único liderazgo nacional palestino con autoridad. Yasser Arafat, el fundador de Fatah, consiguió poco para su pueblo y les legó incluso menos. Una de las cosas que sí logró y le legó, sin embargo, fue un movimiento nacional palestino único y unido.
Este logro no lo sobrevivió por mucho tiempo.
Arafat murió en 2004. En 2007, el movimiento palestino se partió en dos; en tanto que el control de la Franja de Gaza pasó a manos de Hamas, la rama palestina de los Hermanos Musulmanes.
Actualmente, Hamas constituye el elemento más vigoroso y formidable del nacionalismo palestino. Preside una pequeña zona de soberanía palestina. Por supuesto, se opone a las negociaciones; y sigue comprometido abiertamente con el objetivo de destruir a Israel.
No hay perspectivas de una reunificación palestina en un futuro inmediato (aunque los portavoces de Fatah están siempre proclamando que está a la vuelta de la esquina).
Pero esta desunión tiene un aspecto histórico más profundo. La división del nacionalismo palestino, parece ser un retorno al estado normal de las cosas, en el que la población árabe del oeste y el este del río Jordán, se divide en una variedad de grupos, con intereses y agendas muy diversas.
La identidad palestina, resulta que, al igual que las identidades de sus vecinos sirios, iraquíes y libaneses, es una cosa mucho más endeble y contingente de lo que sus partidarios y voceros afirman.
Los árabes israelíes, a pesar de que siguen eligiendo a representantes nacionalistas e islamistas para la Kneset (Parlamento de Israel), reaccionan con horror ante la posibilidad de cambiar su ciudadanía del Estado judío por una de la soberanía palestina putativa.
Esto vuelve absurda la afirmación sobre la pertenencia a una identidad palestina más amplia formulada por los líderes electos de estos ciudadanos israelíes.
Existen actualmente poblaciones árabes palestinas en tres entidades al oeste del río Jordán, cada una con sus propios intereses y sus propias incompatibles agendas.
Además de esto, por supuesto, también hay una gran mayoría de población palestina en Jordania, que hoy mayormente acepta la continuidad del gobierno de la monarquía hachemita.
Así que la naturaleza misma de la cultura política palestina desarrollada por Arafat y sus colegas excluye la conclusión de un acuerdo basado en la partición. Pero incluso si así no fuera, no hay ni siquiera una sola “pluma” con la autoridad como para firmar dicho acuerdo en nombre de los palestinos.
Israel continuará y debe continuar dejándole en claro tanto a la dirigencia de la AP como a Jordania que está dispuesto a llegar a una solución basada en la partición con las adecuadas garantías de seguridad, o un acuerdo provisional de largo aliento, si lo anterior resulta imposible.
Sin embargo, ningún resultado parece inminente. Muchos palestinos y muchos partidarios occidentales de la causa palestina están convencidos de que la gradual deslegitimación internacional de Israel es la clave para la victoria estratégica final sobre el Estado judío y la reversión del veredicto de 1948. Eso es una ilusión. Pero tendrán que convencerse por sí mismos, al igual que con las ilusiones que le precedieron.
Cuando lo hagan, desgraciadamente, es probable que sea reemplazada por una nueva ilusión. Por lo tanto, la admisión de la realidad sobre el pueblo y la soberanía judía continuará siendo evitada, y la fantasía política subsidiada de los palestinos continuará.
Jonathan Spyer es investigador principal del Center of Global Research in International Affairs Center (GLORIA) en el Centro Interdisciplinario de Herzliya y miembro del Middle East Forum.
17/04/2014 en AURORA DIGITAL.
http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Newsletter/57572/?utm_source=Noticias+diarias+Jueves-TEA&utm_medium=17-04-2014%202da%20edic
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