La entrada a la Explanada de las Mezquitas, en Jerusalén, ya sin detectores de metal. AHMAD GHARABLI/AFP
* Las negociaciones entre los dos países, unidos sólo por intereses, acaba con el anuncio israelí del desmantelamiento de detectores de metales en accesos a Explanada de las Mezquitas.
La crisis en torno a los detectores de metales en los accesos de la Explanada de las Mezquitas – medida de seguridad según los israelíes y cambio de statu quo según los palestinos – no solo ha agitado su conflicto nacional y territorial dando una dimensión religiosa a los violentos disturbios sino que ha puesto a prueba las relaciones especiales entre Israel y Jordania. No es el primer examen que superan entre bambalinas desde que el 26 de octubre de 1994 el rey Hussein de Jordania y el primer ministro israelí, Isaac Rabin, rubricaran el histórico acuerdo de paz.
El detonante del terremoto diplomático tiene, una vez más, como epicentro lo que los musulmanes llaman Haram Al Sharif (Noble Santuario) y los judíos Har Bayit (Monte del Templo). Jordania lleva como orgullosa bandera ser el custodio del lugar santo en una zona que controló desde el 48 al 67 y el linaje de su familia real con el profeta Mahoma. Israel reivindica su soberanía sobre esa zona en la parte oriental bajo su control desde que ganara la guerra del 67 y anunciase la “reunificación de Jerusalén”.
El anuncio del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de desmantelar los arcos colocados a raíz del asesinato de dos policías israelíes el 14 de julio a manos de tres árabes en la Puerta de los Leones no hubiera sido posible sin la negociación con Jordania. Y quizá sin lo que sucedió el domingo en la embajada israelí en Amán. Un joven jordano apuñaló a un guardia que tras ser herido le disparó matándole a él y otro jordano. Durante más de 24 horas, el agente y el personal diplomático no pudieron salir del edificio rodeado por las fuerzas de seguridad jordanas. Cuando llegaron a Israel en la noche de lunes tras negociaciones al más alto nivel, estaba claro que el siguiente paso sería la retirada de los detectores tal y como exigió el rey Abdalá II a Netanyahu en su conversación telefónica: “Hay que acabar con los motivos que provocaron la crisis“.
Presionado por Jordania y asesorado por los servicios de Inteligencia que pronosticaban una nueva Intifada, Netanyahu accedió a un medida muy criticada en la derecha nacionalista al considerarla “cesión al chantaje de los desórdenes y ataques árabes”.
“Agradezco al rey Abdalá por nuestra estrecha cooperación”, declara Netanyahu. La retirada de los arcos no evitó que los musulmanes siguieran rezando ayer fuera del recinto como señal de protesta. “Israel debe desmantelar no sólo los detectores de metales sino todos los controles. Los musulmanes deben entrar a Al Aqsa de forma libre”, exige el mufti de Jerusalén, Mohamed Hussein, sobre el acuerdo cosido sin el presidente palestino, Abu Mazen.
El artífice en la sombra no fue un diplomático sino el jefe del servicio secreto interno israelí, Nadav Argaman, enviado de urgencia a Amán. No sorprende porque más que entre el pueblo jordano (con mayoría de origen palestino) y el israelí, la paz tiene vigor en la cúpula y entre los servicios de seguridad que cooperan ante la amenaza yihadista en sus fronteras. Basta recordar las manifestaciones antiisraelíes en Amán o los recientes homenajes en el Parlamento a palestinos que mataron a israelíes para entender lo que nos dice el asesor de Rabin, Eitan Haber “La paz del 94 quizá fue un sueño”.
Los israelíes siguen viajando a Petra para ver sus maravillas pero las relaciones están lejos de ser maravillosas y – recuerda Jordania – nunca serán plenas sin un Estado palestino con capital en Jerusalén Este.
No es una relación de amor sino de intereses. Energéticos y económicos (Israel vende gas y agua a su vecino) y de seguridad donde la cooperación alcanza niveles sin precedentes para frenar el terror yihadista multiplicado con el caos en Siria e Iraq. El Mosad y la monarquía jordana mantienen contactos mucho antes del acuerdo del 94.
“Abran sus fronteras, abran sus corazones. La paz es algo más que un acuerdo en el papel“, pidió el entonces presidente Bill Clinton ante la mirada atenta del rey Hussein y Rabin que se profesaban respeto y sobre todo gran confianza en la palabra del otro.
Veintitrés años después, el hijo del fallecido monarca y Netanyahu no gozan ni gozarán nunca de esa química personal pero saben que no tienen más remedio que proteger la alianza estratégica para evitar incendios religiosos en Jerusalén que pueden llegar a las calles de Amán.
Frente al ingente torbellino regional, Israel y Jordania siguen fieles a su acuerdo de intereses. Con el cerebro y no, como pedía Clinton, abriendo sus corazones.
26/07/2017 en POR ISRAEL
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