sábado, 22 de febrero de 2020

Netanyahu promete nuevas colonias judías que separarán Belén de Jerusalén

Un portavoz de la Autoridad Nacional Palestina ha advertido que de llevarse a cabo este señuelo “electoralista” acarreará “violencia”.

El primer ministro israelí en funciones, Benjamin Netanyahu, frente al asentamiento israelí de Har Homa, en territorio ocupado en Cisjordania (POOL - POOL / Reuters)

Beniamin Netanyahu, en plena campaña, ha prometido más cemento sobre el cadáver de Palestina. Nada menos que cinco mil nuevas viviendas para judíos, tanto en Jerusalén Este como en Cisjordania, en territorios ocupados militarmente por Israel desde 1967. La vuelta de tuerca, en este caso, es que la nueva oleada de colonos israelíes –con sus muros, alambradas, carreteras exclusivas y protección militar- cegará la última vía de comunicación directa entre Belén y Jerusalén. Algo que, además de ser ilegal, es visto como poco menos que un sacrilegio por muchos cristianos, no solo palestinos. “Estamos conectando Jerusalén”, ha dicho Netanyahu, sin sonrojarse.

La construcción de 2.610 viviendas en este sector palestino del sudeste de Jerusalén fue aprobada de hecho ya en 2015 y luego guardada en un cajón, ante la presión de Europa y Estados Unidos. Tras la reciente presentación del autodenominado Plan de Paz de Donald Trump, que no es más que un sonoro aplauso a todas las ilegalidades consumadas, vuelve a estar sobre la mesa. “He aprobado la construcción de 3.000 viviendas para judíos en Givat Hamatos”, ha dicho hoy el primer ministro israelí en funciones, “mil de las cuales saldrán al mercado en breve”. “También 2.200 hogares más en Har Homa”, ha añadido, en referencia a una zona de la Cisjordania ocupada. El premio de consolación para los israelíes árabes –es decir, para los palestinos con pasaporte israelí- son mil viviendas en otra zona ocupada.

Asentamiento israelí de Har Homa, en territorio ocupado (AHMAD GHARABLI / AFP)


Resolver un problema a costa de los palestinos

El caso es que Israel sufre un grave problema de vivienda. El precio de los alquileres está por las nubes –los precios de Tel-Aviv o Jerusalén son todavía más altos que los de Madrid o Barcelona- y la abrumadora mayoría de los colonos no lo son por celo religioso o nacionalista, sino porque no se pueden permitir otra cosa. Por lo que Netanyahu no tiene el menor escrúpulo en utilizar como ariete de su empuje hacia el este a estas capas sociales, las más fragilizadas por sus políticas económicas.

Netanyahu es un político asquenazí (de familia originaria de Europa Central que hablaba alemán) que vive en gran medida del voto de los mizrahíes (de familias originarias de Oriente medio que hablaban árabe). La situación económica generalmente más precaria de estos últimos los hace más susceptibles a este tipo de señuelos económicos. Sobre todo cuando el nivel de endeudamiento en que han caído muchos de ellos podría llevarles a castigar a Netanyahu por supuestamente meter la mano en la caja –su juicio por corrupción empieza dos semanas después de los comicios del dos de marzo.


Violar la legalidad acarreará “violencia”

En todo caso, la factura, una vez más, la pagarían los palestinos. Un portavoz de la Autoridad Nacional Palestina ha advertido que de llevarse a cabo este señuelo “electoralista”, que viola flagrantemente la legalidad internacional, acarreará “violencia”.

De todos modos, Netanyahu no ha hecho más que llevar al extremo la política colonizadora de sus predecesores, hasta el punto de no retorno. Hasta dejar en manos del presidente palestino Mahmud Abbas “un queso suizo” –palabras propias- que hace definitivamente inviable cumplir con la legalidad internacional e innumerables resoluciones de la ONU. Estas prevén una solución justa de dos estados, para israelíes y palestinos, así como estatus internacional para Jerusalén -con el sobreentendido que una partición de la Ciudad Santa dejaría en todo caso Jerusalén Este como capital de Palestina.

A día de hoy, más de seiscientos mil colonos israelíes viven en asentamientos considerados ilegales por la UE y la práctica totalidad de la comunidad internacional.


22/02/2020 en LA VANGUARDIA 





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