martes, 29 de enero de 2019

27 de enero de 1945, una fecha para no olvidar


Isaac Bashevis Singer, premio Nobel de literatura en 1978 escribe: “aquellos judíos- toda una comunidad- hablaban de Dios que ninguno de ellos había visto. Aún cuando los dones que les había hecho consistían en epidemias, hambre, pobreza y pogroms le calificaban de compasivo y misericordioso y se proclamaban a sí mismos el pueblo elegido por Él”. Entonces, ese pueblo elegido lo fue para la masacre, y es así como el 20 de enero de 1942, en esa fastuosa residencia en las afueras de Berlín, en Wannsee, se congregaron 15 canallas de la más alta estirpe alemana, SS de un régimen ominoso para decretar allí , con el eufemismo de Endlösung, Solución Final, la masacre de los judíos de Europa, “reinstalándolos en el Este”, otro eufemismo para obviar la palabra campo de concentración, masacre en cámaras de gas y desaparición de los cuerpos como evidencia de tal crimen vía los hornos crematorios. 

Ese fue el destino de 6.000.000 de judíos europeos, de los cuales 1.500.000 hubieron de ser niños, dejando hoy a una Europa sin sus judíos, su cultura y su tradición teniendo a cambio un merecido y ganado pueblo fundamentalista junto a sus terroristas que no se cansan de matar a los “infieles”, o sea, a todos nosotros al igual que los nazis lo hicieron con el lema de exterminar a los no arios, siguiendo con los eslavos, los negros, los homosexuales, en fin, todos aquellos que justificaran su expansion con fines sobre todo económicos y territoriales.

Pero no es la primera vez que Europa quiere sacarse de encima a “sus judíos”. Inglaterra los expulsa en 1290, Francia en 1394, y España, cuando ya no los precisa, en 1492. Todas estas expulsiones se debieron a la emancipación burguesa, con la constitución de la monarquía y la formación de la Nación. Ya no los necesitaban como en la era medieval, haciendo uso de ellos en aquellos oficios que le estaba vedados a los gentiles por la Iglesia, a saber: comerciantes, prestamistas, curtidores de cueros, cantineros, etc. El trabajo y la industria, los españoles los consideraban “cosas de moros y judíos”, oficios de “gustos despreciables” según el consejo dado por el Mío Cid Campeador, donde agrega que “los cristianos habrían de servirse de ellos”. Y cuando ya no fue preciso servirse de ellos, había que deshacerse de ellos, primero económicamente y luego en su inserción social.

La Alemania nazi obra exactamente igual. Dejar sin trabajo a los judíos académicos, intelectuales, doctores en los hospitales, jueces, y demás cargos, prohíbe a la población comprar en los negocios de judíos, luego se les quita la ciudadanía y se los declara apátridas, se los obliga abandonar Alemania pero al igual que durante la Inquisición española, deben dejar sus bienes, y los que no alcanzaron a huir, o no pudieron dejar su patria alemana hasta 1938, serían luego reinstalados en su nueva morada, Auschwitz y otros campos de concentración, para finalmente sus restos mortales ascendieran en humo y cenizas a una inmortalidad sin nombre, sin tumba, sin memoria.

“….tocad más sombriamente los violines, luego subiréis como humo en el aire, luego tendréis una fosa en las nubes allí no hay estrechez”, poema sentido y desgarrador de Paul Celan que lleva por título Fuga de Muerte. 

Todo esto realizado con la vil excusa de no ser arios, de ser judíos, de ser impuros, de ser bacilos, todos argumentos para una chusma populachera que compró el argumento, poco convincente pero sí económica y políticamente conveniente.

Otro Premio Nobel de literatura, año 2002, nos referimos a Imre Kertesz, húngaro, no creyente en Dios, que proviene de una familia asimilada, aterriza en Auschwitz a la edad de 15 años por azar. Una razzia en un día de campo con sus compañeros del Gymnasium hace que lo transporten allí, no sabiendo su familia nada de él. Ya adulto en una entrevista dirá: “soy un judío al que el Holocausto me obligo a ser judío”, y debido a ello decide no traer hijos al mundo, para no estar obligado su hijo, si hubiese una futura selección a ser elegido por la fuerza a ser un judío por el sólo hecho de portar el apellido de un padre judío, a pesar de no ser practicante, a pesar de no creer en ningún Dios.

De su experiencia en Auschwitz dirá “el hecho de haber estado en Auschwitz como un judío estigmatizado y de haberlo sido por ser judío, de saber para siempre y de manera imborrable, algo que no suelto y que no soltaré jamás”, esa es su manera de no olvidar, de no perdonar, de que no se banalice la palabra Holocausto. Y avanza en su pensar con una afirmación categórica y dolorosa cuando le dice a su mujer: “Auschwitz se me presenta en la imagen de mi padre, sí, las palabras padre y Auschwitz producen en mí las mismas resonancias. Entonces Dios es un padre encumbrado, entonces se me manifestó en la imagen de Auschwitz”.

Porque es judío no por creencia sino porque es hijo de un padre judío es que fue enviado a Auschwitz con tan sólo 15 años, a pesar de que él es un judío sin Dios, no obstante para la mirada gentil sigue siendo un judío, debido a ello no quiere que ningún hijo suyo cargue con su marca imborrable, siendo así, escribe su libro Kaddish por el hijo no nacido.

Hubieron dos posiciones antagónicas en cuanto a los sobrevivientes y su continuidad. Unos decidieron traer hijos al mundo para mostrar a los nazis que no los vencieron, que aún estamos acá, que hay hijos y nietos, otros como Imre Kertesz que prefirieron no dejar rastros ni marcas en este mundo, de su paso por él, para que ningún nazi futuro repita su historia imborrable sobre un hijo suyo y su descendencia.

A todos ellos, a los 6.000.000 masacrados de los cuales mi familia ha sido parte de esa cifra, les decimos Z”L, y agregamos una vez más las palabras de Imre Kertesz tomadas de su libro Liquidación, sí, tomo cada una de ellas dado que son el fiel reflejo del silencio de mis padres, de ese silencio cargado de fantasmas , de enigmas y de culpas, para la niña que fui , debido a ello mi único y real consuelo es escribir, escribir hasta que no esté más , hasta que agote la letra y me sangren los dedos, y es así como él dice: “Siempre es culpable quien queda con vida. No obstante llevaré la herida”, y yo que soy fruto de esa herida entonces escribiré, y pondré palabras a ese silencio insoportable, ese abismo ominoso, escribiré entonces hasta morir y poder quizás así saldar ese horror.

Nunca más, y así recordamos un año más de ese 27 de enero de 1945 donde se puso una fecha internacional del cierre del campo de concentración de Auschwitz, como una marca a no olvidar de lo que ha sido capaz de hacer la humanidad al pueblo judío, por creer en un Dios diferente, argumento poco consistente, pero muy conveniente de tomar sin cuestionar, donde el mundo se benefició , sobre todo económicamente adhiriendo a tal masacre y poner en acto el sueño colectivo de realizar una vez más la masacre del Judío, y no pagar ni culparse por tanta Maldad.


27/01/2019 en DIARIO JUDIO





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