martes, 22 de septiembre de 2020

Las biblias sirias que salvó el Mosad

Un juez decide que los pergaminos sefardíes permanezcan en la Biblioteca Nacional de Israel.
JORDI JOAN BAÑOS | ESTAMBUL, CORRESPONSAL EN TURQUÍA


Israel tal vez sea el único país que introduce espías en territorio enemigo para recuperar códices medievales, antes que documentos comprometedores. La rocambolesca historia de las “Coronas de Damasco”, en la que no podía faltar el Mosad, ha dado un giro no exactamente literario. La justicia israelí dictaminó la semana pasada que estas biblias hebreas manuscritas e iluminadas en Sefarad –los reinos de la España medieval– deben permanecer en la Biblioteca Nacional de Israel.

Casi treinta años antes, habían sido sacadas de contrabando en una operación en la que muchos detalles se siguen manteniendo en estricto secreto. Nada habría sido posible sin el rabino de Damasco, Abraham Hamra, que es precisamente quien interpuso una denuncia contra la Biblioteca. Según explica, el Gobierno israelí le había prometido levantar un centro cultural para los judíos sirios, con él al frente, que estaría a cargo de la custodia de las biblias hebreas.

Israel tardó casi una década en reconocer que tenía los códices y el Mossad aún no da detalles por seguridad.

Aunque Tel-Aviv llegó a cederle un solar, nada más se hizo. La Biblioteca, a su vez, replicó con otra denuncia para mantener la custodia de los códices, cuya restauración ya estaba en marcha.

Finalmente, el juez David Gideoni ha sentenciado que la Biblioteca Nacional es el lugar idóneo para la preservación de este acervo cultural.

Los ocho o nueve códices en cuestión nunca han sido exhibidos en Israel, que tardó casi una década en reconocer que estaban en su posesión.

Algo más de luz hay sobre otras tres biblias sacadas de Siria mucho antes y que terminaron siendo subastadas y adquiridas por el estado de Israel. Por ejemplo, la redactada en Burgos en 1260 por Menahem ben Abraham ibn Malik. Una hoja desgajada de ésta, por cierto, fue adquirida por el Museo Sefardí de Toledo. Hay otra, la más antigua, escrita en Tiberíades y una tercera quizás italiana.

El resto procede de aljamas hispánicas, aunque no se han dado más detalles. Todas ellas llevan el título de “keter” o corona porque contienen todos los libros canónicos y son reverenciadas por su antigüedad, hasta el punto de ser auténticos talismanes. Asimismo, las biblias judías, a diferencia de los rollos, tienen formato de libro, puntuación y vocales.

Aunque su destino final en Jerusalén es justicia poética, su larga parada y fonda en Siria merece una explicación. Los judíos expulsados de Castilla y Aragón en 1492 se dirigieron en muchos casos al imperio otomano y décadas después terminaron recalando, en bastantes casos, en Alepo y Damasco, influyendo en gran medida en la antigua comunidad judía preexistente, arabófona.

Cabe decir que la Siria baazista prohibió la emigración a Israel hasta 1992. Aquella apertura fue aprovechada también para montar la operación de “rescate” de los libros sagrados, mientras la judería damascena iba vaciándose. La guerra civil desencadenada en el 2011 fue la gota que colmó el vaso y hoy en día pueden contarse con los dedos el número de judíos en el que fue uno de sus hogares más antiguos.

Peor aún, una de las sinagogas en cuyo subsuelo se escondía una de estas biblias, la de Jobar, en Damasco, fue destrozada por intercambio artillero en el 2014.

De hecho, algunas familias sefardíes no se detuvieron en Alepo, Damasco o Bagdad. La más famosa, los Sasón o Sassoon, ya arabizados, continuaron su viaje en el siglo XIX hasta Bombay y Shanghai, donde, tras anglicizarse, el opio les convirtió en una de las mayores fortunas de Asia.

Aunque la participación del Mosad en la oportuna operación de rescate es pública, sus detalles siguen manteniéndose en secreto, para no perjudicar a terceros. Aunque se conoce la participación de una activista del Canadá, Feld Carr, y hasta de un diplomático de dicho país, con el auxilio de una bolsa de plástico negra.

La sentencia ha satisfecho al fiscal, Avichai Mendelbit, que había defendido a estos “tesoros del pueblo judío de importancia histórica, religiosa y nacional, para las futuras generaciones”. Con argumentos parecidos ya luchó para que los esbozos de la declaración de independencia no pudieran acabar en manos privadas.

Ahora está por ver si Hamra, ex guía de la acosada comunidad judía de Siria, se da por vencido. Estaban de su parte los judíos sirios que emigraron a EE.UU., donde los pleitos son sagrados.


25/08/2020 en LA VANGUARDIA




No hay comentarios:

Publicar un comentario