MITO:
«Las garantías de préstamo de EE.UU. le proporcionaron a Israel miles de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos que se usaron en la construcción de asentamientos en Cisjordania y la Franja de Gaza para albergar a judíos soviéticos».
«Las garantías de préstamo de EE.UU. le proporcionaron a Israel miles de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos que se usaron en la construcción de asentamientos en Cisjordania y la Franja de Gaza para albergar a judíos soviéticos».
REALIDAD:
Desde 1989, aproximadamente un millón de judíos ha inmigrado a Israel. La mayoría, aproximadamente el 80 por ciento, provenían de la antigua Unión Soviética. Israel debe proporcionarles a estos inmigrantes alimento, albergue, empleo y adiestramiento. La tarea resulta mucho más difícil cuando se trata de absorber judíos que vienen de países relativamente subdesarrollados tales como Etiopía, a quienes con frecuencia hay que enseñarles todo, desde cómo descargar un inodoro hasta cómo retirar dinero de un banco. Para enfrentar estos retos, Israel ha invertido miles de millones de dólares. Además, la comunidad judía norteamericana ha contribuido con cientos de millones de dólares a través de varias instituciones filantrópicas.
Sin embargo, la tarea era tan ingente que Israel recurrió a Estados Unidos en busca de ayuda. Para poner este desafío en perspectiva, piense que Estados Unidos —un país de 250 millones de habitantes con un PNB multibillonario— recibe a unos 125.000 refugiados al año. Sólo en 1990, 185.000 judíos emigraron a Israel.
Estados Unidos estuvo a la cabeza del Mundo Libre en ayudar a obtener la libertad de los judíos soviéticos. A partir de 1972, el Congreso asignó fondos para ayudar a reasentar judíos soviéticos en Israel. Desde 1992, se han destinado $80 millones para este propósito.
Luego de que la Unión Soviética abriera las puertas, el goteo de inmigrantes se convirtió en una inundación, ascendiendo vertiginosamente de poco menos de 13.000 personas en 1989 a más de 185.000 en 1990. Israel entonces solicitó un tipo diferente de ayuda. Estados Unidos respondió en 1990 con la aprobación de $400 millones en garantías de préstamos para ayudar a que Israel albergara a los recién llegados.
Las garantías no son donaciones —ni un centavo de los fondos del gobierno de EE.UU. es transferido a Israel. Estados Unidos simplemente es cosignatario de los préstamos, lo que les brinda confianza a los banqueros para prestarle el dinero a Israel en condiciones más favorables: tasas de interés más bajas y períodos de reembolso más largos —hasta 30 años en lugar de sólo cinco o siete. Estas garantías de préstamos no tienen ningún efecto sobre los programas o garantías internas [en EE.UU.]. Además, no tienen ninguna repercusión en los contribuyentes norteamericanos a menos que Israel dejara de pagar sus préstamos, algo que nunca ha hecho. Además, gran parte del dinero que Israel pide prestado se gasta en Estados Unidos en la compra de artículos norteamericanos.
Cuando resultó evidente que la afluencia de refugiados era aún mayor de lo que se pensaba, y decenas de miles seguían llegando todos los meses, Israel se dio cuenta de que necesitaba más ayuda y le pidió a Estados Unidos garantías adicionales por $10.000 millones.
En 1992, el Congreso autorizó al presidente a proporcionarle garantías de préstamo a Israel como resultado de su extraordinario empeño humanitario para reasentar y absorber inmigrantes. Estas garantías se hicieron disponibles en incrementos anuales de $2.000 millones en el transcurso de cinco años.
Mientras el costo para el gobierno norteamericano fue de cero, Israel le pagó a Estados Unidos tarifas anuales que ascendían a varios cientos de millones de dólares para cubrir gastos administrativos y otros costos.
Conforme a las normas vigentes, ninguna ayuda extranjera a Israel puede usarse más allá de las fronteras de Israel anteriores a 1967. Además, para subrayar su insatisfacción con la política de asentamientos de Israel, el presidente estaba autorizado a reducir las garantías de préstamo anuales por una cantidad igual al valor estimado de las actividades israelíes en Cisjordania y la Franja de Gaza llevadas a cabo el año anterior.
Así, pues, como indica la tabla, el Departamento de Estado determinó que Israel gastó poco menos de $1.400 millones en asentamientos de 1993 al 96.
Sin embargo, el presidente estaba autorizado a rescindir deducciones cuando, el poner los fondos a disposición de Israel, obraba en favor de los intereses de la seguridad de Estados Unidos. El presidente Clinton hizo uso de esta facultad en los últimos tres años del programa, de manera que la reducción real en el monto de las garantías de que Israel podía disponer fue de $773,8 millones.
El dinero relacionado con los asentamientos tampoco tenía nada que ver con los nuevos inmigrantes, ninguno de los cuales fue obligado a vivir en los territorios. De hecho, sólo un porcentaje mínimo escogió voluntariamente hacerlo así.
Desde todo punto de vista, el programa de garantías de préstamos de EE.UU. fue un éxito gigantesco. Israel utilizó los fondos prestados fundamentalmente para aumentar el monto de divisas al alcance del sector empresarial del país y apoyar proyectos de infraestructura, tales como carreteras, puentes, alcantarillado y plantas eléctricas. Las garantías también ayudaron a Israel a ofrecer vivienda y empleos a virtualmente todos los nuevos inmigrantes.
Fuente:
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
No hay comentarios:
Publicar un comentario