MITO:
«Los israelíes pueden vivir cómodamente debido a la ayuda norteamericana, y no ven ninguna razón para reformar el sistema económico de su país».
«Los israelíes pueden vivir cómodamente debido a la ayuda norteamericana, y no ven ninguna razón para reformar el sistema económico de su país».
REALIDAD:
Los israelíes se encuentran entre las personas con mayores contribuciones impositivas del mundo, con impuestos sobre las rentas de hasta un 50 por ciento. Esto ocurre en un país donde el ingreso promedio es de $18.000.
Durante años los israelíes vieron declinar su nivel de vida en gran parte debido a los extraordinarios gastos del gobierno en la defensa, que constituían aproximadamente de un quinto a un cuarto del presupuesto. La situación ha mejorado en los últimos años, gracias en gran medida al proceso de paz, de manera que los gastos de defensa se han reducido a un 16% del presupuesto.
Cuando Israel cedió los campos de petróleo que había desarrollado en el Sinaí como parte del acuerdo de paz con Egipto, sacrificó la oportunidad de convertirse en un país energéticamente independiente. En consecuencia, su economía se afecta debido a las oscilaciones del precio del crudo.
Más recientemente, con la afluencia de cientos de miles de inmigrantes de la antigua Unión Soviética y de Etiopía, los israelíes han aceptado voluntariamente sacrificios aún mayores para facilitar la absorción de los recién llegados.
Los israelíes han reconocido hace mucho la necesidad de reformar drásticamente su economía. En 1985, Israel puso en práctica un programa de estabilización que tenía varias características principales: una gran reducción en subsidios sobre productos y servicios básicos; una gran devaluación de la moneda seguida de una tasa de intercambio estable con el dólar; controles de precios y salarios y el dejar de relacionar los salarios y los ahorros con la inflación; y una política monetaria que controlaría el aumento del crédito, alzando por consiguiente las tasas de interés.
El New York Times describió luego los sacrificios del pueblo israelí y el mensaje del programa de estabilización, como «todo el mundo —unido— da un paso atrás».
El programa de estabilización de Israel funcionó como un «pequeño milagro ». La inflación descendió en picada, de triples dígitos a cero en el 2000.
Se estabilizó la tasa de intercambio del shekel, se recobraron las reservas de divisas, aumentaron las exportaciones y se contrajo el déficit.
En la actualidad, Israel está luchando por ir más allá de la estabilización, para hacer los cambios estructurales básicos que exige un crecimiento económico sostenido. El gobierno ha seguido reduciendo los subsidios en alimentos y servicios públicos, entre ellos la salud pública y la educación, liberando los controles de precios y reformando la estructura de sus recaudaciones impositivas.
También ha dado pasos para privatizar las compañías dirigidas por el Estado. Tales pasos son traumáticos, pero los israelíes reconocen la necesidad de estas difíciles medidas.
Israel ha acogido a los EE.UU. como un socio participativo, y ha demostrado ser uno de los pocos beneficiarios de la ayuda exterior norteamericana que han respondido positivamente a las recomendaciones de hacer importantes reformas en su economía.
Fuente:
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
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