martes, 21 de octubre de 2014

La guerra en Irak y Siria: ¿Quiénes son los actores?

La guerra que actualmente está asolando a Irak y a Siria es un sólo conflicto, en el que se enfrentan una serie de alianzas claramente identificables. Esta guerra se extiende también hacia el Líbano.

¿Quiénes son los actores?
Lo más famosos, la organización Estado Islámico (EI), que domina ahora una superficie contigua que se extiende desde Mosul, en el oeste de Irak, hasta la frontera sirio-turca. Esta congregación asesina de combatientes jihadistas provenientes de todo el mundo está tragándose lo que queda de la insurgencia siria, en el norte de ese país. Sólo los ataques aéreos de Estados Unidos y la movilización general kurda han impedido que llegue a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, la semana pasada. 

El EI ha aparecido ahora también en el Líbano. En los recientes combates en Arsal, cientos de combatientes del movimiento demostraron que a pesar de los esfuerzos de Assad y Hezbollah; el EI es capaz de cruzar a voluntad, y con fuerza, la frontera entre Siria y el Líbano. 

Así, uno de los bandos combatientes es una alianza jihadista bárbara con gran potencia militar - al menos en el paisaje de Irak-Siria-Líbano, donde la mayor parte de las fuerzas militares son de segunda categoría-. 

La cuestión de quién respalda al EI sigue siendo oscura. Es un poco difícil de creer que esta organización haya podido juntar la fuerza que tiene y sin algún tipo de ayuda estatal. Hay fuertes indicios de que en las primeras etapas de sus actividades, cuando estaba luchando contra las milicias kurdas en el norte de Siria; recibió ayuda de Turquía. El estado actual de las relaciones de Ankara con el EI sigue siendo poco claro. Por el momento, esta cuestión es una pregunta sin respuesta. 

Enfrentando a esta fuerza jihadista suní se encuentra una alianza mayoritariamente islamista chií, liderada por la República Islámica de Irán. Esta alianza está conformada por el propio Irán, el partido Dawa que gobierna en Irak, el régimen de Assad en Siria, y Hezbollah y sus aliados en el Líbano. 

Estas dos alianzas están enfrentadas en guerra. No obstante, ambas son antioccidentales. Ambas desean la destrucción de Israel. Ambas son hostiles a los cristianos – mientras que la alianza chií ve cristianos como ciudadanos de segunda clase; los jihadistas suníes exhiben una actitud abiertamente criminal hacia ellos -.

Además de estos dos bloques, hay un interés kurdo, defendiendo dos versiones distintas de gobierno autónomo kurdo en el norte de Irak y el norte de Siria. En Irak, el Gobierno Regional Kurdo de Massoud Barzani preside la zona mejor gobernada y más tranquila del país. 

Las fuerzas armadas de Barzani, sin embargo, actuaron decepcionantemente contra el EI en los combates por Sinjar y en la represa de Mosul. La falta de municiones y el equipamiento superior del EI (incluyendo tanques de guerra de fabricación estadounidense capturados en la ciudad de Mosul) fueron los responsables. 

Más al oeste, hay tres áreas adicionales de autonomía kurda que se extiende a través del norte de Siria. Están efectivamente controladas por una filial local del PKK. En contraste con la Pesh Merga de Barzani, las guerrillas del PKK y del YPG -entrenado por el PKK- han actuado muy bien en la lucha contra el EI el año pasado. Incluso en áreas tan difíciles de defender como en el asediado enclave Kobani en el centro del norte de Siria, los guerrilleros kurdos se negaron a ceder terreno a los jihadistas. El corredor abierto desde las montañas de Singhal a través del territorio de Siria hacia un refugio seguro en Dohuk, que ha salvado la vida de miles de refugiados yazidíes, fue organizado por estas fuerzas.

Esa es la guerra que actualmente está teniendo lugar, y éstas son las tres alianzas dispuestas una contra la otra en la zona aún se conoce oficialmente como Irak/Siria/Líbano.

¿Qué debe hacer el Occidente?

En primer lugar, lo que el Occidente no debe enfáticamente hacer es alinearse detrás de la alianza chií porque sus métodos para tratar a los infieles son un poco menos trastornados que los de los EI. La alianza mayoritariamente chií, liderada por Irán, no es menos peligrosa que los jihadistas suníes. De hecho, en muchos aspectos, es aún más peligrosa. Tiene el poder organizado de un estado con un programa nuclear avanzado detrás, así como la principal agencia regional especializada en la subversión y la guerra mediante aliados o peones [proxy] (el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria). 

Alinearse con este bloque -, por ejemplo, tratando de apuntalar al gobierno de Bagdad junto con los iraníes - sería un ejercicio de locura.

Entonces, ¿cuál es la alternativa?

La alternativa se deriva del hecho de que estos dos bloques en conflicto no son los únicos bloques de poder activos en el Medio Oriente. Como la reciente diplomacia sobre Gaza lo demuestra, existe actualmente una alianza de facto entre Egipto, Israel y Arabia Saudita, es decir de los países alineados con Occidente que han perdido las esperanzas con respecto la política regional de la actual administración estadounidense. Esta alianza reúne a fuerzas naturalmente pro-occidentales más reducidas de la región, incluyendo a Jordania, los Emiratos Árabes Unidos, y se podría decir que también a la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas en Cisjordania. 

Esta alianza no tiene recursos en las zonas del interior [de Irak, Siria y Líbano], donde los jihadistas del EI están combatiendo a los jihadistas de Hezbollah y sus aliados.

Pero, en cambio, posee muchos recursos y activos potenciales a lo largo de su periferia. Estos deben formar el eje central de una estrategia coherente con respecto a la actual guerra de jihadistas contra jihadistas. 

Hacia el sur, dos estados fuertes con ejércitos poderosos están preparados para defenderse contra las incursiones del EI o de los pro-iraníes. Estos países son Jordania e Israel. 

Hacia el norte, EE.UU. y Occidente debería invertir de inmediato en ayuda militar para ambos elementos autónomos kurdos que, adecuadamente equipados, pueden contener la amenaza jihadista.

Más allá de esto, a los otros dos bandos se le debe permitir que luchen entre ellos. Es e interés de Occidente y sus aliados que la sangre de ambos corra por el Tigris y el Éufrates.

Desafortunadamente, es poco probable que Occidente participe en una estrategia de ese tipo, y por lo tanto no sucederá en absoluto. En cambio, EE.UU. y sus aliados parecen decididos a eludir el panorama más amplio, y participar esfuerzos humanitarios a medias sólo cuando la atención mediática lo haga absolutamente inevitable. Es lamentable. Aún así, las fuertes y moderadas fuerzas anti-jihadistas de la región deben seguir tratando de encontrarle la vuelta, juntos. Sólo así se logrará la contención a ambas versiones del Islam político.

Eventualmente, y después de mucho derramamiento de sangre, es probable que se logre. Pero tal como están las cosas, EE.UU. y el Occidente no extraerán ni capital ni la gratitud por eso. Ellos son percibidos, desde el punto de vista del Oriente Medio, como un gigante zarandeándose y retrocediendo.

Fuente: PJmedia.com
Jonathan Spyer es investigador principal del Center of Global Research in International Affairs Center (GLORIA) en el Centro Interdisciplinario de Herzliya y miembro del Middle East Forum.




20/10/2014 en AURORA DIGITAL.
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