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Shimon Arad
Los detalles del tan esperado plan de paz de Medio Oriente de los EEUU son deliberadamente escasos. El plan está siendo formulado por un equipo disciplinado dirigido por el asesor principal Jared Kushner, y no se ha publicado o filtrado ninguna información relacionada con la propuesta. No obstante, un análisis de los comentarios de Kushner en el Foro Saban 2017, la decisión del presidente Trump sobre Jerusalén y el capítulo sobre Oriente Medio en la recientemente lanzada Estrategia de Seguridad Nacional (ESSN) proporciona información clave sobre el pensamiento de la administración sobre las negociaciones. Una lectura atenta de estos desarrollos revela que se está formulando un nuevo paradigma de negociaciones que se aparta de una serie de políticas tradicionales aplicadas por las administraciones anteriores.
Con el objetivo de la “oferta definitiva”
La administración Trump parece rechazar un enfoque gradual para las negociaciones sobre el status final basado en soluciones provisionales o acuerdos de fomento de la confianza. Por el contrario, se centra en iniciar negociaciones integrales sobre el estado final.
De acuerdo con la lógica de la administración, un enfoque incremental tendría inconvenientes sustanciales. Dada la falta de fe entre las partes, no obtendría la confianza necesaria para superar las dificultades inherentes que inevitablemente surgirán del proceso en sí o de las influencias regionales negativas.
Este proceso plagado de crisis no solo pondría en peligro el proceso de paz sino que retrasaría el fortalecimiento de las relaciones entre Israel y el Golfo, socavando parte de la estrategia estadounidense para contrarrestar a Irán.
La administración cree que el mundo árabe no normalizaría las relaciones con Israel sin un acuerdo final integral con los palestinos. En este contexto, la administración es consciente del escepticismo palestino y árabe de un enfoque gradual, que sostiene que Israel entrará en tal proceso con el objetivo de prolongar las negociaciones mientras se avanza en los “hechos sobre el terreno” en Cisjordania.
El contexto regional
La nueva ENS del presidente Trump respalda un papel regional a largo plazo de los EEUU en Oriente Medio, diseñado para promover un equilibrio favorable de poder y estabilidad, y mayor seguridad e intereses económicos de los EEUU. Se considera que el desorden regional proviene del nexo entre la expansión iraní, el terror y la ideología yihadista violenta, los estados débiles, el estancamiento socioeconómico y las rivalidades regionales.
Dentro de esta perspectiva, Estados Unidos ya no considera el conflicto israelo-palestino como una de las principales causas de los problemas de la región. No obstante, se considera que un tratado de paz es un facilitador importante para fortalecer las relaciones entre Israel y el Golfo, lo que servirá al interés principal de promover un equilibrio de poder regional favorable y enfrentar amenazas comunes. En este sentido, el enfoque de los Estados Unidos le asigna a los pragmáticos estados árabes sunitas una serie de funciones, incluida la de ayudar a los palestinos a sentarse a la mesa y otorgar legitimidad a las concesiones que necesariamente se tendrán que realizar. Además, los dividendos económicos y políticos posteriores a la paz que estos países pueden ofrecer a las partes se presentan como incentivos para las negociaciones.
Un enfoque de tipo empresarial
El equipo del Presidente parece estar más motivado por consideraciones de política basadas en intereses que por los preceptos basados en valores que han sido defendidos por gran parte de la comunidad internacional y las administraciones anteriores. Sus esfuerzos parecen estar anclados en una perspectiva prospectiva, de resolución de problemas diseñada para promover los intereses regionales de EEUU, en lugar de en un esfuerzo impulsado por el valor para encontrar soluciones idealistas a lo que se perciben como injusticias pasadas o reclamos históricos contradictorios.
Esta perspectiva abre nuevos enfoques para resolver viejos problemas, y como se ve en relación con Jerusalén, el equipo de Trump ya ha roto con las convenciones de políticas de larga data. Las propuestas presentadas por las partes en las negociaciones tienen más probabilidades de ser juzgadas por los estadounidenses en función de su utilidad práctica, en lugar de su legitimidad histórica.
Llevando los lados a la mesa
La intransigencia palestina es vista por el equipo de negociación de los EEUU como el mayor obstáculo para la reanudación de las conversaciones. Durante la ronda anterior de mediación en 2014, las conversaciones entre EEUU e Israel progresaron, mientras que los palestinos se retiraron del proceso (como lo hicieron en 2008 cuando se presentó una propuesta de paz del Primer Ministro israelí Olmert).
El 17 de marzo de 2014, el presidente Obama presentó al presidente palestino, Abu Mazen, un conjunto de propuestas, algunas de las cuales se habían inclinado en la dirección de los palestinos. Abu Mazen evitó responder y pidió tiempo para considerar las propuestas. Le dieron tiempo hasta el 25 de marzo. Hasta la fecha, todavía tenía que responder. En cambio, los palestinos se embarcaron en un esfuerzo por internacionalizar el conflicto, tratando de extraer un precio cada vez mayor para Israel a fin de mejorar su posición negociadora.
En contraste, dada su dependencia de los Estados Unidos y su apreciación de la administración actual y su postura sobre Jerusalén, Israel, incluso bajo su actual coalición de gobierno de derecha, parece plantear un desafío más fácil para la reanudación de las negociaciones, siempre que las precondiciones de los palestinos se terminen.
Por lo tanto, la administración se ha embarcado en una serie de pasos diseñados para subrayar a los líderes palestinos que este es un nuevo juego de pelota en el que los palestinos perderán por el estancamiento continuo, mientras que Israel ganará. El reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel ilustra una pérdida palestina que solo puede rectificarse mediante un acuerdo negociado con Israel sobre el estatuto permanente de Jerusalén Este. La negativa del presidente Trump a respaldar plenamente la solución de dos estados es otro mensaje para los palestinos. Al afirmar que apoyará “una solución de dos estados, si ambas partes lo acuerdan”, implica que EEUU podría apoyar una realidad sin soberanía si las negociaciones no se renuevan o no tienen éxito.
Para Israel, EEUU tiene incentivos positivos (Jerusalén, beneficios regionales) para garantizar el retorno a la mesa de negociación. Con los palestinos, Estados Unidos intenta enfatizar sus pérdidas tangibles por la intransigencia y que sus mejores perspectivas son a través de negociaciones.
Trascendencia
La administración de Trump se compromete a avanzar en un proceso de paz israelí-palestino diseñado para lograr el “acuerdo final”. El marco de tiempo es flexible y probablemente haya sido retrasado por la reacción palestina tras el reconocimiento por parte de Estados Unidos de que Jerusalén es la capital de Israel. Mientras tanto, EEUU continúa redefiniendo el paradigma de negociación existente y atrayendo a los interesados regionales. Esto le ofrece a Israel oportunidades, incluso en ausencia de negociaciones, para mejorar su posición regional.
A Israel le resultará difícil rechazar una iniciativa estadounidense para renovar las negociaciones de paz cuando se presenten. Para obtener el apoyo de los EEUU para sus posiciones de negociación, se recomienda definirlas en términos estratégicos prácticos, que muestren cómo interactúan con el avance de los objetivos de EEUU en la región, en lugar de hacerlo en perspectivas históricas y éticas.
Fuente: INSS
25/01/2018 en AURORA DIGITAL
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