El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, y el renombrado escritor israelí, David Grossman, fueron estrellas internacionales invitadas a participar en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, México. En una plática conjunta, ante numeroso público, dieron rienda suelta a sus pensamientos sobre lectura, escritores, literatura y, como no podía faltar, la eterna y conflictiva situación entre palestinos e israelíes.
El novelista israelí recalcó nuevamente sus conocidas posiciones pacifistas y la necesidad de concretar en la práctica el conocido compromiso de dos Estados para dos pueblos. Entre otras expresiones, Grossman señaló: «Es doloroso admitirlo, pero Israel no es un hogar. Sus fronteras se han movido cada vez que hubo una guerra; cambian una y otra vez. Es como vivir en una casa con paredes móviles, donde la tierra está temblando bajo nuestros pies» [1].
Teniendo en cuenta la magnitud del acontecimiento y el prestigio del disertante, era de suponer que un relato que se puede considerar relativamente agraviante, principalmente dirigido en contra de la conducta del Gobierno israelí, recibiera una andanada de críticas y repudios, especialmente de parte de los sectores cercanos al ejecutivo hebreo. Todo lo contrario. A los pocos días, Grossman recibió un insólito e inesperado espaldarazo que confirmó plenamente sus apreciaciones nada menos que de boca del Moshé Yaalón, ministro de Defensa israelí.
Yaalón, máximo responsable del Ejército y la seguridad de Israel, no desaprovecha oportunidad para sabotear o entorpecer todo progreso del canciller norteamericano Kerry en el marco de las actuales negociaciones entre la Autoridad Palestina y el Gobierno hebreo. En especial le preocupa la iniciativa del mediador del país del norte que propone desmantelar los asentamientos civiles judíos en el Valle del Jordán y mantener la presencia del Ejército israelí en esa región por un periodo de 15 años a fin de impedir la filtración de material bélico y terroristas desde el frente oriental.
El problema no es el tiempo limitado que se fija de antemano, sino que la oferta desnuda los verdaderos motivos de la presencia de las Fuerzas Armadas israelíes en esa región: proteger la colonización civil judía para que desaparezca la vieja y reconocida frontera de la Línea Verde que rigió hasta 1967 y deba ser trasladada, por el momento, hasta el río Jordán.
La argumentación de Yaalón, ex jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, es patética y requiere ser presentada dada vuelta para tratar de buscar desesperadamente una lógica inexistente.
«En una revista periódica a las fuerzas apostadas en el Valle del Jordán, el ministro de Defensa israelí declaró su terminante oposición a que en el marco de un acuerdo con los palestinos el Ejército de Israel deba cuidar esa frontera sin la presencia de asentamientos civiles judíos». Para dar fuerza a su posición recurrió a una consigna que pretendió dar un carácter bíblico, aunque en la práctica merece ser catalogada como arrogante e insolente: «En el lugar en donde no viven judíos, tampoco hay seguridad» [2].
El paquete de seguridad israelí en boca de su ministro de Defensa tiene un modus operandi muy particular. El largo brazo de las fuerzas de seguridad del país le posibilita movilizar su Ejército a cualquier lugar que se considere fuente de peligro. Pero un soldado israelí no puede movilizarse solo. Una rara sensación de orfandad no le permite actuar eficientemente y, por lo tanto, para garantizar la seguridad de aquellos civiles que viven detrás de la Línea Verde se hace necesario la presencia de soldados en compañía de asentamientos civiles en tierras bajo dominio militar. Con el paso del tiempo y el «crecimiento natural de la población civil», se demanda normalizar la situación corrigiendo las fronteras.
Esa tergiversada exculpa de la colonización civil de territorios bajo dominio militar tras la Guerra de los Seis Días de 1967 no es original del general retirado Yaalón. Ya en 1978 se acumularon este tipo de testimonios de condecorados generales ante la Corte Suprema de Justicia de Israel que en parte fueron adoptados por los jueces en los fallos de este alto tribunal [3].
En este desesperado intento de salvar el desmantelamiento de parte de los asentamientos judíos en Cisjordania, llama poderosamente la atención la posición del ministro de Defensa que abandona totalmente el argumento tradicional israelí: el derecho bíblico e histórico del pueblo judío al «Gran Israel», tal como lo expresan los diferentes componentes extremistas de la actual coalición gubernamental.
Es muy comprensible el dolor que expresa David Grossman cuando se nos escurre entre los dedos el viejo ideal sionista de la construcción de un hogar judío, con paredes seguras y fijas, inclusive del tamaño de un pañuelo.
Ojalá me equivoque...
[1] «David Grossman: Palestina tiene el derecho natural a su soberanía»; La Jornada; México; 2.12.13.
[2] «El Ejército libanés enjuiciará al soldado que asesinó al sargento Cohen»; Radio Israel Reshet Bet; 17.12.13.
[3] «Los nobles de la tierra»; Idii Zertal y Akiva Eldar; Editorial Dvir; 2004; Pág 458 - 464.
Publicado el 21/12/2013 en ISRAEL EN LINEA.
http://www.israelenlinea.com/magazine-de-semana/articulos/opinion/9579-fronteras-movedizas.html
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