MITO:
«Jerusalén no tiene que ser la capital de Israel».
«Jerusalén no tiene que ser la capital de Israel».
REALIDAD:
Desde que el rey David convirtiera a Jerusalén en la capital de Israel hace más de 3.000 años, la ciudad ha desempeñado un papel central en la existencia judía. El Muro Occidental en la Ciudad Vieja "el muro que queda del antiguo templo judío, el lugar más santo del judaísmo" es el objeto de la veneración judía y el foco de su vida cultual. Tres veces al día, durante miles de años, los judíos han orado «A Jerusalén, la ciudad, regresaremos con júbilo», y han repetido el voto del salmista: «si me olvidare de ti, Jerusalén, pierda mi diestra su destreza».
Jerusalén «ha conocido sólo dos períodos de verdadera grandeza, y éstos han estado separados por 2.000 años. La grandeza sólo ha ocurrido bajo la dominación judía», escribieron León y Jill Uris en Jerusalén. «Esto es así porque los judíos son los que más la han amado, y han permanecido fieles a ese amor a través de los siglos de su dispersión…Es la más larga y más profunda aventura amorosa de la historia».
Durante tres mil años, Jerusalén ha sido el centro de la esperanza y los anhelos judíos. Ninguna otra ciudad ha desempeñado un papel tan dominante en la historia, la cultura, la religión y la conciencia de un pueblo como lo ha hecho Jerusalén en la vida de los judíos y del judaísmo. A lo largo de los siglos, Jerusalén siguió viva en los corazones de los judíos de todas partes como el foco central de la historia judía, el símbolo de su antigua gloria, el cumplimiento espiritual y la renovación moderna. Este corazón y esta alma del pueblo judío engendran la idea de que si uno quiere una sola palabra para simbolizar toda la historia judía, esa palabra sería «Jerusalén».
-Teddy Kollekiv-
Fuente:
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
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