jueves, 20 de febrero de 2014

¿Judíos en Palestina?

Un revuelo se montó hace poco en Israel a tenor de una pregunta completamente teórica: ¿tendrían permiso para vivir bajo un Gobierno palestino los israelíes asentados hoy en Cisjordania? Este debate centra de forma benéfica la atención en una de las cuestiones más espinosas y arraigadas del conflicto árabe-israelí, y por ello merece valorarse. 
 


El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, fue quien abrió la polémica: «No tengo intención de desmantelar un solo asentamiento en Judea y Samaria. No tengo intención de desplazar a un solo israelí».

Abundando en esta intervención, un funcionario del Gabinete de Netanyahu explicaba que «igual que Israel tiene una minoría árabe, el primer ministro no ve motivo por el que un Estado palestino no pueda albergar una minoría judía. A los judíos afincados en su territorio se les debería de plantear la elección de si desean quedarse o no». El funcionario describió esto como «la postura asentada de Netanyahu».

En el partido ultranacionalista religioso se indignaron. El líder de la formación Habait Haiehudí y ministro de Economía del actual Ejecutivo, Naftali Bennett, acusó a Netanyahu de «enajenación de valores» y «demencia ética». En su opinión, los sionistas «no volvieron a Israel tras dos mil años de anhelo para vivir bajo la administración de Mahmud Abbás. Quien defienda la idea de la vida judía en Israel bajo Gobierno palestino está minando nuestra opción de residir en Tel Aviv».

Otros integrantes del Gobierno convinieron: «No abandonaremos a los colonos tras las líneas enemigas», afirmó el viceministro de Defensa, Danny Danón, del partido Likud de Netanyahu. «Tales ideas vulneran los valores sionistas fundamentales», destacó el viceministro de Exteriores, Zeev Elkin, también del Likud. «Absurdo» fue el adjetivo predilecto del viceministro Ofir Akunis, responsable de las relaciones entre el Ejecutivo y el Parlamento.

Cuando otro funcionario del Gabinete de Netanyahu insinuó que los ministros pueden abandonar el Gobierno si discrepan con él, Bennett elevó el tono de las críticas, recordando a los judíos asesinados por los palestinos y concluyendo que «la esencia del sionismo es la autodeterminación. No hay autodeterminación sin sionismo».

Netanyahu replicó entonces exigiendo una disculpa inmediata y pública o la dimisión por parte de Bennett, a lo que éste respondió que «si el primer ministro se ofendió, no era mi intención» al tiempo que reivindicaba el derecho a criticarle siempre que la situación lo requiera porque «es mi deber». El episodio acabó con la publicación de viejas entrevistas que demuestran que Netanyahu y la formación de Bennett manifestaron con anterioridad la opinión del contrario, dejando las cosas todavía más confusas.

¿Qué conclusión extraer de esa serie de debates? ¿Quién está en lo correcto y quién se equivoca? Aunque normalmente apoyo el enfoque de Bennett, esta vez Netanyahu tiene razón, por muchas razones.

La vergüenza, el trauma y lo inútil de la expulsión de 8.000 israelíes de Gaza en 2005 por parte del entonces primer ministro Ariel Sharón - una maniobra que carece de precedentes en todas las democracias - evidencia el imperativo de que el Gobierno israelí asiente el principio inalienable de que nunca más va a expulsar a sus ciudadanos del territorio. La experiencia de Gaza también demuestra lo exponencialmente más catastrófico que sería repetir ese proceso con una población de israelíes 40 veces mayor en Cisjordania. Que Netanyahu pusiera fuertes reparos a la decisión de Sharón, y que abandonara su Gobierno en protesta, destaca su sonada inconsistencia en esto.

¿Por qué debe el Gobierno de Israel, en segundo lugar, satisfacer el capricho de los palestinos de una Cisjordania Judenrein?

En tercer lugar, permitir a los judíos residir bajo la Autoridad Palestina resulta eminentemente práctico. La bandera israelí no puede acompañar a cada judío ni convertirlo en una isla de soberanía sionista. Montones de judíos de todo el mundo y algunos hasta en Oriente Medio residen fuera de las fronteras de Israel. ¿Por qué razón en Cisjordania no?

En cuarto lugar, la intervención del Gabinete de Netanyahu hace pedazos con inteligencia la campaña de deslegitimación de los judíos residentes en Cisjordania. Si éstos pueden vivir bajo administración palestina, dejarán de ser tachados de «obstáculo» a la resolución del conflicto árabe-israelí, privando así de cualquier relevancia a la polémica de los asentamientos.

Por último, esta postura por parte de Netanyahu altera los términos del debate. Permite a Israel aducir que la verdadera resolución del conflicto exige que los israelíes puedan residir pacíficamente en un Estado palestino.

El conflicto sólo acabará de verdad, vengo más de una década afirmándolo, cuando los judíos en Hebrón gocen de la misma seguridad que los árabes residentes en Nazaret. Tal perspectiva, por supuesto, es muy remota; pero aceptar el principio de «judíos residentes en Palestina» permite a los islamistas aceptar la solución de dos Estados en abstracto al tiempo que aplaza con razón su implantación durante generaciones, puede que para siempre.

Bennett debe tranquilizarse y reconocer la magnitud del maestro golpe de efecto diplomático de Netanyahu.



Publicado el 18/02/2014 en ISRAEL EN LINEA.
http://www.israelenlinea.com/magazine-de-semana/articulos/opinion/9851-


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