MITO:
«Los palestinos están justificados al usar la violencia porque el proceso de paz no les ha permitido alcanzar sus aspiraciones nacionales».
«Los palestinos están justificados al usar la violencia porque el proceso de paz no les ha permitido alcanzar sus aspiraciones nacionales».
REALIDAD:
La premisa del comienzo del proceso de paz de Oslo fue que las disputas se resolverían conversando, no a tiros. Los palestinos nunca han aceptado este fundamental principio de la coexistencia. La respuesta a las quejas de que Israel no se retira lo bastante o con bastante rapidez deben ser más negociaciones, más medidas para crear confianza y más demostraciones de un deseo de vivir juntos sin apelar a la violencia.
Para entender por qué el proceso de Oslo no ha tenido éxito, y por qué los palestinos y los israelíes no viven pacíficamente uno al lado del otro, es útil mirar primero al proceso de paz árabe-israelí que sí funcionó, las negociaciones egipcio-israelíes. Aunque el acuerdo de paz fue trabajado con ahínco en intensas negociaciones en Camp David, la ruta hacia la paz fue larga, tortuosa y demoró años recorrerla. Sin embargo, lo que la hizo posible fue el compromiso de ambas naciones en hacer la paz y las acciones que tomaron para afirmarla.
Egipto mantuvo un estado de guerra con Israel por más de 25 años antes de que Anwar Sadat hablara seriamente sobre la paz. Se habían librado sangrientos conflictos en 1948, 1956, 1967, 1968-70 y 1973. La ira, el rencor y la desconfianza de un cuarto de siglo no se disiparon de la noche a la mañana. El proceso comenzó después de la guerra de 1973, cuando Henry Kissinger facilitó la negociación de un acuerdo de cese de hostilidades en el cual ambas partes hicieron significativas concesiones.
Egipto había exigido que Israel hiciera una retirada substancial del Sinaí y se comprometiera a abandonar todas sus adquisiciones territoriales de 1967, pero Israel entregó sólo una mínima parte del Sinaí. En lugar de recurrir a la violencia, los egipcios se comprometieron en más negociaciones.
El primer acuerdo se firmó en enero de 1974. Pasó alrededor de un año y medio antes de que se llegara a un segundo acuerdo. No resultó fácil. Israel fue criticado por su «inflexibilidad». Para los egipcios no fue menos difícil.
Anwar Sadat convino en limitar la propaganda antiisraelí en la prensa egipcia y terminar la participación de su país en el boicot árabe. Yitzhah Rabín también hizo concesiones territoriales difíciles, entregando yacimientos de petróleo y dos importantes pasos del Sinaí.
Después de «Sinaí II», Egipto aún no había recuperado todo su territorio. Sadat se sentía insatisfecho y era puesto en ridículo por los otros árabes por haber llegado tan lejos en la paz con Israel. Sin embargo, él no recurrió a la violencia. No soltó a ningún fedayín, como había hecho Nasser en los años cincuenta. En lugar de eso, siguió conversando.
Pasaron otros tres años antes de que los Acuerdos de Camp David se firmaran y otros seis meses antes de que se negociara el tratado de paz definitivo. Tomó cinco años resolver problemas que eran tan complejos como los del impase actual.
A cambio de sus concesiones tangibles, Israel recibió la promesa de un nuevo futuro de relaciones pacíficas. Israel pudo correr este riesgo porque Egipto había demostrado a lo largo de los últimos cinco años que resolvería las disputas con Israel pacíficamente, y que ya no aspiraba a destruir a su vecino.
Egipto aún no estaba completamente satisfecho. Sadat demandaba una pequeña faja de terreno que Israel retenía en el Sinaí. Tomó otros nueve años antes de que un arbitraje internacional llevara a Israel a ceder Taba. En lugar de usar esta disputa como un pretexto para violar el tratado de paz, Egipto negoció.
«Si los israelíes pueden hacer compromisos y usted no puede, yo debería irme a casa. Usted ha estado aquí 14 días y dijo que no a todo. Esas cosas tendrán consecuencias. El fracaso le pondrá fin al proceso de paz…».
El presidente Clinton a Yasser Arafat
Fuente:
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
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