MITO:
«Los miembros de la Liga Árabe firmaron un pacto antiterrorista y se oponen a cualquier forma de terrorismo».
«Los miembros de la Liga Árabe firmaron un pacto antiterrorista y se oponen a cualquier forma de terrorismo».
REALIDAD:
La Liga Árabe, una moribunda institución que usualmente se reúne sólo cuando siente la necesidad de vituperar públicamente a Israel, hizo titulares el 22 de abril de 1998 al adoptar el primer acuerdo árabe en contra del terrorismo.
El acuerdo pide a todos los países árabes que le nieguen refugio, adiestramiento y ayuda económica o militar a agrupaciones que lancen ataques contra otras naciones árabes. Dice que atacar a regímenes árabes o las familias de los gobernantes debe considerarse terrorismo y que el Islam rechaza «todas las formas de violencia y terror». Los signatarios prometieron también intercambiar información sobre grupos terroristas.
Los países y organizaciones árabes han definido típicamente el terrorismo de tal modo que las agrupaciones que atacan a Israel quedan excluidas. El acuerdo hace lo mismo al exceptuar «los movimientos de resistencia» porque a los empeños para conseguir la liberación y la autodeterminación» la Liga no los considera terrorismo (a menos que sea un empeño de liberación dirigido contra un gobierno árabe). No es sorprendente que Siria y Líbano fueran los países que mantuvieran que los individuos que «resistían la ocupación» en el sur de Líbano, las Alturas de Golán y la Cisjordania no deberían ser calificados de terroristas. Para los miembros de la Liga Árabe, el objetivo de la «liberación nacional» justifica los ataques contra civiles, incluidos mujeres y niños.
El acuerdo no significó un cambio en la moral árabe ni una recién descubierta preocupación por el terrorismo. Fue simplemente un acto de autopreservación tomado por autócratas que reconocían que no constituía una amenaza tan grande para ellos como sus propios ciudadanos insatisfechos.
El acuerdo pide a todos los países árabes que le nieguen refugio, adiestramiento y ayuda económica o militar a agrupaciones que lancen ataques contra otras naciones árabes. Dice que atacar a regímenes árabes o las familias de los gobernantes debe considerarse terrorismo y que el Islam rechaza «todas las formas de violencia y terror». Los signatarios prometieron también intercambiar información sobre grupos terroristas.
Los países y organizaciones árabes han definido típicamente el terrorismo de tal modo que las agrupaciones que atacan a Israel quedan excluidas. El acuerdo hace lo mismo al exceptuar «los movimientos de resistencia» porque a los empeños para conseguir la liberación y la autodeterminación» la Liga no los considera terrorismo (a menos que sea un empeño de liberación dirigido contra un gobierno árabe). No es sorprendente que Siria y Líbano fueran los países que mantuvieran que los individuos que «resistían la ocupación» en el sur de Líbano, las Alturas de Golán y la Cisjordania no deberían ser calificados de terroristas. Para los miembros de la Liga Árabe, el objetivo de la «liberación nacional» justifica los ataques contra civiles, incluidos mujeres y niños.
El acuerdo no significó un cambio en la moral árabe ni una recién descubierta preocupación por el terrorismo. Fue simplemente un acto de autopreservación tomado por autócratas que reconocían que no constituía una amenaza tan grande para ellos como sus propios ciudadanos insatisfechos.
Entre tanto, la Autoridad Palestina, Líbano, Siria, Libia, Irak e Irán han continuado sosteniendo, organizando y amparando a organizaciones terroristas, y terroristas árabes han perpetrado acciones nefandas contra hombres, mujeres y niños inocentes en Israel y en cualquier parte del mundo.
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
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