MITO:
«Los judíos robaron tierra árabe».
REALIDAD:
Pese al crecimiento de su población, los árabes siguieron afirmando que estaban siendo desplazados. La verdad es que, desde el comienzo de la primera guerra mundial, parte de la tierra de Palestina era propiedad de terratenientes que vivían fuera del país, en Cairo, Damasco y Beirut. Alrededor del 80 por ciento de los árabes palestinos eran campesinos cargados de deudas, seminómadas y beduinos.
Los judíos en realidad se esforzaron por evitar la compra de tierras en áreas donde los árabes pudieran ser desplazados. Buscaron tierras que fueran en gran medida baldías, pantanosas, baratas y, lo más importante, sin ocupantes.
En 1920, el dirigente laborista sionista David Ben-Gurión expresó su preocupación sobre los felás árabes, a quienes él veía como «el activo más importante de la población nativa». Ben-Gurión dijo que «bajo ninguna circunstancia debemos tocar la tierra que pertenezca a los felás o que sea trabajada por ellos». Él abogaba por ayudar a liberarles de sus opresores. «Sólo si un felá deja su lugar de asentamiento», añadió Ben Gurión, «debemos ofrecerle comprar su tierra, a un precio adecuado».
David Ben-Gurión
Fue sólo después de que los judíos habían comprado toda la tierra baldía disponible, que comenzaron a comprar tierras cultivadas. Muchos árabes estaban dispuestos a vender debido a la migración a los pueblos costeros y porque necesitaban el dinero para invertir en la industria de los cítricos.
Cuando John Hope Simpson llegó a Palestina, en mayo de 1930, observó que: «ellos [los judíos] pagaban altos precios por la tierra, y además les pagaron a algunos de los ocupantes de esas tierras una considerable cantidad de dinero que no estaban legalmente obligados a pagar».
John Hope Simpson
En 1931, Lewis French llevó a cabo una encuesta de personas carentes de tierras y terminó por ofrecer nuevas parcelas a algunos árabes que habían sido «desposeídos». Algunos funcionarios británicos recibieron más de 3.000 solicitudes, de las cuales el 80 por ciento fueron anuladas por el asesor legal del gobierno porque los solicitantes no eran árabes sin tierras. Esto deja sólo a unos 600 árabes sin tierras, 100 de los cuales aceptaron la oferta de tierras del gobierno.
En abril de 1936, un nuevo brote de ataques árabes a los judíos fue instigado por un guerrillero sirio llamado Fawzi al-Qawukji, comandante del Ejército de Liberación Árabe. En noviembre, cuando los británicos enviaron finalmente una nueva comisión encabezada por lord Peel a investigar, 89 judíos habían resultado muertos, y más de 300, heridos.
El informe de la Comisión Peel encontró que las quejas árabes sobre la adquisición de tierra por parte de los judíos eran infundadas. Señaló que «gran parte de la tierra que ahora tiene naranjales eran dunas de arena o pantanos y no estaban cultivadas cuando se compraron... por el tiempo en que se hicieron las primeras ventas hubo pocas pruebas de que los propietarios poseyeran los recursos o el adiestramiento necesario para desarrollar la tierra». Además, la Comisión encontró que la escasez «se debía menos a la cantidad de tierra adquirida por los judíos que al aumento de la población árabe». El informe llegó a la conclusión de que la presencia de los judíos en Palestina, junto con el trabajo de la Administración británica, había dado lugar a jornales más altos, un mejoramiento del nivel de vida y amplias oportunidades de empleo.
En sus memorias, el rey Abdula de Transjordania escribió:
Ha resultado bastante claro para todos, tanto por el mapa trazado por la Comisión Simpson como por el otro compilado por la Comisión Peel, que los árabes son tan pródigos en vender su tierra como en llantos y lamentos inútiles (énfasis en el original).
Rey Abdulá de Transjordania.
Incluso cuando la revuelta árabe alcanzó su máxima intensidad en 1938, el Alto Comisario británico para Palestina creía que los árabes dueños de tierras se quejaban de las ventas a los judíos para aumentar los precios de las tierras que deseaban vender. Muchos propietarios árabes habían sido tan aterrorizados por los rebeldes árabes que decidieron abandonar Palestina y venderles sus propiedades a los judíos.
Los judíos pagaban precios exorbitantes a propietarios ricos por pequeñas parcelas de tierra árida. «En 1944, los judíos pagaban en Palestina entre $1.000 y $1.100 (dólares norteamericanos) por acre, fundamentalmente por tierras áridas o semi áridas; en el mismo año, una rica tierra negra en Iowa se vendía aproximadamente en $110 el acre».
Para 1947, las posesiones judías en Palestina ascendían a unos 463.000 acres. Aproximadamente 45.000 fueron adquiridos del gobierno del Mandato británico; 30.000 se los compraron a varias iglesias y 387.500 se los compraron a árabes. Análisis de las compras de tierra desde 1880 hasta 1948 muestran que el 73 por ciento de las parcelas judías fueron compradas a grandes terratenientes, no a pobres labriegos (felás). Entre los que vendieron tierras se contaban los alcaldes de Gaza, Jerusalén y Jaffa. As'ad el-Shuqeíri, un erudito religioso musulmán y padre del líder de la OLP Ahmed el-Shuqeiri, recibió dinero judío por su tierra. Hasta el rey Abdula les arrendó tierra a los judíos. De hecho, muchos líderes del movimiento nacionalista árabe, incluso algunos miembros del Supremo Consejo Musulmán, les vendieron tierra a los judíos.
Fuente:
Extracto del libro Mitos y Realidades de la Jewish Virtual Library.
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