A sus recién cumplidos 90
años, el pacifista Uri Avnery advierte de que "Israel se dirige hacia un
iceberg" del que sólo le puede salvar una "paz sincera" con los
palestinos, postura que contrasta con sus inicios como activista de la
organización armada nacionalista "Irgún". "Mientras en Israel la
ciudadanía se oponga, la paz no llegará. Nadie va a resolver este
conflicto por ellos, ni siquiera la comunidad internacional podrá",
afirma este idealista de marcado pelo canoso y barba blanca.
Reconocible en protestas contra la política del Gobierno en
Cisjordania, Avnery sigue siendo un rara avis en la política nacional
donde trata de recordar en todo momento que sólo la solución de dos
estados impedirá la gran colisión.
"Vamos hacia un desastre, y no me refiero precisamente a una nueva
guerra. Israel teme convertirse en un Estado de mayoría árabe, yo
también lo temo", afirma el presidente del "Bloque de la Paz" (Gush
Shalom) al advertir que sin esta fórmula la gran catástrofe será un
"régimen del apartheid al cuadrado".
Para este pacifista incansable la opción de un estado binacional es
"inconcebible" porque significaría "compartir el poder y la autoridad en
todo" y "no para ese fin surgió la empresa sionista", "respuesta
natural" de los judíos -destaca- a los movimientos nacionalistas del
siglo XIX y al antisemitismo del que estaban siendo víctimas en Europa.
Se trata de uno de los contrastes más fuertes en la personalidad e
ideología de quien en el país es identificado con la izquierda más
radical, pero que nunca estableció lazos con ningún movimiento
socialista ni comunista y que, bajo su manto de pacifismo a ultranza,
comparte puntos de vista nacionalistas.
"Yo soy una persona nacional (sic). En nuestros días, la (identidad)
nacional es el marco natural de la especie humana, la pertenencia a una
nacionalidad determinada es una necesidad e incluso un derecho básico de
cualquier ser humano", sostiene quien de la mano de su familia emigró
de Alemania al Mandato Británico de Palestina tras la llegada de los
nazis en 1933.
Para Avnery, "lo único bueno que Hitler hizo en su vida: expulsarme (para que viniera) a la Tierra de Israel".
"No me veo viviendo en Alemania, no en la de antes (y) no en la de
ahora... y no sólo eso, no me plantearía vivir en ningún otro sitio",
recalca.
En el salón de su casa en Tel Aviv, un séptimo piso con vistas al
Mediterráneo, y con una foto a sus espaldas en la que aparece con el
extingo líder palestino Yaser Arafat, Avnery asegura que no hay ninguna contradicción en su ideario político.
"Entré al Irgún a los 14 años. Me sentía hebreo (en el sentido
canaanita de la palabra), no judío, y creía que merecíamos tener un
Estado propio y expulsar al régimen colonial (británico). El mismo
principio aplico al movimiento nacional árabe-palestino", dice.
La corriente caananita, muy popular durante los años 40, abogaba por
una nueva identidad para el "obsoleto" judaísmo diaspórico, un modelo
supranacional semítico que casi exhortaba, al menos sobre el papel, a la
colaboración entre los movimientos nacional sionista y árabe contra el
ocupante británico.
"Antes de la creación del Estado (en 1948) buscamos una base común,
entonces era fácil, hoy es problemático porque se han creado dos
narrativas opuestas", agrega mientras sostiene en la mano un pequeño
libreto que, bajo el título de "Verdad frente a verdad", compara las
perspectivas históricas de israelíes y palestinos.
Periodista, escritor, político, activista... y hasta lingüista
aficionado, Avnery prefiere sin embargo dejar atrás el pasado y mirar al
futuro que, pese a su avanzada edad, afronta con optimismo y la
esperanza de que este "conflicto entre dos movimientos nacionales por la
misma tierra", una "tragedia" sin precedentes en el resto del mundo, se
resuelva lo antes posible.
Su mayor logro en casi ocho décadas de lucha fue ver cómo los
israelíes aceptaban finalmente la visión de dos estados, que él promulga
a los cuatro vientos desde 1949.
El mayor fracaso es que su pose provocadora -siempre fuera del
consenso- le ha impedido consolidar una fuerza política capaz de
alcanzar una paz verdadera, reconoce.
Tras décadas de crítica implacable contra el "establishment", de
atrevidos encuentros con Arafat en momentos de gran violencia (su madre
lo desheredó por el primero en Beirut en 1982), de aunar esfuerzos con
algunos de los enemigos más acérrimos de Israel (Hamás), de peticiones
de embargo internacional contra su propio país y de enfrentarse al
Ejército de Defensa de Israel en incontables protestas, el común de los
ciudadanos lo percibe más como "traidor" que como un "patriota".
Y es que Avnery no deja de ser para muchos ciuadadanos un auténtico
misterio, un pacifista inquietante en cuya personalidad se mezclan
idealismo y un pragmatismo para algunos casi maquiavélico, un laicismo a
ultranza y la suprema devoción por la paz.
Se considera a si mismo "un patriota israelí postsionista, en el
sentido original de la palabra", antes de aclarar que, en ningún caso,
"postsionista" quiere decir "anti-israelí" o que no considere legítimo
el movimiento sionista hasta 1948, cuando cree que la creación de Israel
lo hizo quedar obsoleto como movimiento de liberación nacional. EFE y
Aurora
Publicado 17/10/2013.
http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Newsletter/54239/?utm_source=Noticias+diarias+Jueves-TEA&utm_medium=17-10-2013%202da%20edic
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